Jakob Lorber

Los Diez Mandamientos

Tomado de la obra El Sol Espiritual

Índice de contenido

73. Primera sala - Explicación del primer Mandamiento
74. Cómo buscar a Dios
75. Añoranza de Dios - un testimonio para su existencia
76. La segunda y la tercera sala - enseñanza sobre el segundo y el tercer Mandamiento
77. El cuarto mandamiento en la cuarta sala
78. El quinto Mandamiento en la quinta sala
79. El sexto Mandamiento en la sexta sala. ¿Qué es la impudicia?
80. Dos clases de amor
81. ¿Qué es la fornicación?
82. Séptima sala - séptimo Mandamiento
83. Lo que quiere decir “robar”
84. Indicaciones sobre la cuestión social
85. Octava sala - octavo Mandamiento. La envoltura material - un medio que facilita la mentira
86. ¿Qué es un testimonio falso?
87. Novena sala - noveno Mandamiento
88. Más reflexiones sobre el noveno Mandamiento
89. El sentido intrínseco del noveno Mandamiento.
90. La bendición de una limitación sabia
91. ¿Quién peca contra el divino Orden primario del noveno Mandamiento?
92. La avidez a la usura - lo más detestable ante el Señor
93. Décima sala - décimo Mandamiento
94. ¿Quién es el “tú” al que se dirige el décimo Mandamiento?
95. Ejemplos de la interpretación errónea del décimo Mandamiento
96. La razón del encubrimiento del verdadero sentido del décimo Mandamiento
97. El sentido intrínseco verdadero del décimo Mandamiento


73. Primera sala - Explicación del primer Mandamiento

1. «No hace falta que desde aquí emprendamos un gran viaje, ni mucho menos, porque en seguida el próximo jardín se presentará a nuestra vista», explica el guía a los visitantes. «Pues ved, desde poca distancia ya nos están saludando extensas hileras de árboles, detrás de las cuales vemos un enorme palacio magnífico y a la vez armónico. Ya se trata del jardín al que nos debemos dirigir y en el que vais a encontrar incluso a aquellos niños a los que el Señor se os ha llevado de la Tierra.

2. Otra pregunta es si en seguida los vais a reconocer, porque en el ámbito del espíritu los niños ya no tienen el menor parecido con sus padres terrenales, sino más bien únicamente con el Señor, y eso en la medida de su facultad de comprensión de lo bueno en unión con el Amor y de lo verdadero dentro de la fe, procedentes del Señor.

Aun así, en ciertas ocasiones, pueden adoptar su parecido terrenal inherente a su alma, con lo que pueden volverse reconocibles a todos aquellos que desde la Tierra llegan aquí y que poco saben de las relaciones espirituales.

3. Pero no hablemos mucho al respecto, porque más vale que nos dirijamos ya al jardín para que allí con nuestros propios ojos espirituales podamos convenceros de todo.

4. Ya hemos llegado a las hileras de árboles y vemos muchos caminos que se encuentran en un mar de flores. Y de vez en cuando se ve algunos niños paseándose por ellos. Pero adentrémonos más profundamente y en seguida nos encontraremos al lado del palacio que ya hemos visto desde lejos.

5. Ved, ya nos encontramos delante de él, que tiene una extensión inmensa. Hay una hilera de mil veces mil ventanas y cada una tiene una altura de aproximadamente siete brazas . Encima de cada una de estas ventanas se ve otra más pequeña, perfectamente centrada».

6. «¡Por Dios!», exclaman los visitantes, «¿acaso todo este edificio, este palacio inmenso, forma una sola sala?».

«En absoluto, pues, consiste en doce departamentos. Y en la altura de las pequeñas ventanas hay una preciosa galería continua, muy ancha, que rodea toda la sala - una galería desde la cual se puede abarcar con la vista todos los doce departamentos, uno tras otro, y observar lo que pasa en ellos, sin molestar a los alumnos que se encuentran a flor de tierra.

Entremos y todo os quedará claro.

7. Ya estamos en la entrada. No hace falta que subamos a la galería porque para la mayoría de estos espíritus de niños de todos modos tenemos que quedar invisibles. Únicamente los preceptores nos verán, pero estos ya están informados por qué estamos aquí.

8. Ved, ya estamos en la primera sala. ¿Qué es lo que veis escrito en la tabla blanca colgada en una columna, allí en el centro de esta gran sala?».

«Lo más arriba vemos la cifra 1 que seguramente indica que se trata de la sala número 1. Y debajo se lee: “El camino hacia la libertad del espíritu”».

El guía corrige: «Os digo que el número uno nada tiene que ver con la sala sino se refiere a la primera Ley de Dios dada por Moisés».

9. En seguida los visitantes preguntan: «Pero a los muchos niños que nos dan la impresión como si fueran ya bastante maduros, ¿para qué les puede servir la ley de Moisés -una ley terrenal- que puede servir muy bien para los hombres mortales incrédulos en la Tierra, pero no aquí para niños que, como espíritus puros, hace mucho tiempo ya están vivamente convencidos de la existencia del Dios Uno? Pues, como hemos visto antes, todo esto ya se les demuestra con toda claridad durante su primera educación elemental...».

10. «Mis queridos amigos y hermanos, la realidad es muy distinta a lo que pensáis. Pues, algo parecido también lo encontráis en la Tierra, donde podéis observar y preguntar a los niños donde queráis, y por todas partes vais a observar que tienen una fe verdaderamente viva en un Dios... Porque no hay quien tenga más fe que los niños, y habrá pocos padres malintencionados que desde el principio se opondrían a que ellos reconocieran a un Dios. Pues, esto es un precepto de cada religión; y por razones políticas morales, todos los padres están obligados a permitir que sus hijos lo aprendan y reconozcan.

11. ¿Quién podría pensar que a tales niños enseñados por Dios después ya no necesitaran más enseñanza sobre Él?».

«Lo reconocemos», dicen los visitantes. «Pues sí, tal enseñanza hace falta a cada uno hasta al fin de sus días. Porque demasiado fácilmente las primeras impresiones que tenían durante su infancia se disipan; y entonces, ahí quedan los hombres hace tiempos salidos de mantillas como si nunca hubieran oído nada de Dios».

«Bueno... Aquí, por supuesto, una disipación no se da tan fácilmente», les responde el guía, «pero aun así tendréis que admitir que a estos niños a causa de haber dejado la Tierra prematuramente atrás, no les había quedado tiempo suficiente para aprobar la prueba de la libertad de su espíritu - la única verdadera razón de su vida en la Tierra... Por eso, este proceso tan sumamente importante para la vida del espíritu, hay que realizarlo aquí a todo poder.

Hasta ahora, en cierto sentido, estos espíritus no fueron sino máquinas animadas... Pero ahora se trata del proceso de volverse libres por su propia iniciativa, razón por la que tienen que llegar a conocer todos los Mandamientos, aplicarlos en ellos mismos y de esta manera experimentar cómo su propio ser espiritual se comporta bajo una ley impuesta.

12. Es por eso que también aquí está dado el primer Mandamiento que dice: “Creerás en un solo Dios y nunca pensarás que pudiera haber ninguno, o dos, o más dioses”».

13. «Pero aquí se plantea la cuestión: ¿Cómo se puede mandar a alguien que crea en Dios si él de todos modos ya cree vivamente en Él, y eso sin la menor duda?».

«¡Bien observado! Pues, precisamente por ello aquí los preceptores -mediante toda clase de enseñanzas y actividades- ponen a los niños en un estado en que les entran toda clase dudas sobre la existencia de Dios... un medio de enseñanza que aquí se llama la mortificación de su propio espíritu.

14. Para lograr esto con los niños, frecuentemente los preceptores hacen que las cosas más extrañas aparezcan ante los ojos de sus alumnos -como si fuera por pura casualidad- y los invitan que las examinen. Luego les preguntan qué les parece, si para ello fue necesaria la intervención de Dios o no, dado que no habían visto que Él hubiera entrado en acción...

Si los niños afirman que Dios puede haberlo realizado mediante su Voluntad sin ninguna necesidad de ser personalmente presente, entonces los preceptores los animan que ellos mismos se piensen diversas cosas, y en el mismo instante lo que los niños piensan ya tiene forma ante ellos. Y de nuevo los preceptores preguntan a los niños quién habrá realizado esto...

15. De esta manera varios de ellos ya se ven entre dos luces: algunos dicen que ellos mismos lo han hecho, y otros opinan que es obra de los preceptores tras haberse dado cuenta de los pensamientos de los alumnos. Y otros dicen que aunque ellos mismos lo hayan pensado, tiene que haber un Dios todopoderoso que haya permitido su realización y que sólo a causa de ello sus pensamientos han podido concretizarse ante ellos como obra manifiesta.

16. Cuando los alumnos mantienen su fe firmemente en un Dios, entonces los preceptores les preguntan de dónde saben que hay un Dios - a lo que estos en general contestan: “Esto nos enseñaron los primeros maestros sabios”.

Pero entonces los preceptores insisten y preguntan: “¿Qué diríais si nosotros -que evidentemente somos preceptores más sabios- os enseñásemos que no hay Dios alguno y que todo lo que veis es obra nuestra? ¿Qué vais a decir si os declaramos que nosotros mismos somos los verdaderos dioses?”.

17. A eso los niños se admiran y preguntan a los preceptores: “En este caso, ¿qué debemos hacer?”.

18. “¡Buscad en vuestro interior! Y si hay un Dios, ¡allí le debéis encontrar! Y si no hay ninguno, tampoco le vais a encontrar - eternamente no...”.

19. Si luego los niños insisten y preguntan: “¿Pero cómo debemos realizar tal búsqueda?”.

Entonces los preceptores les explican: “Procurad amar al Dios en vuestros corazones, tal como os imagináis que Él pudiera existir... Haced que vuestro amor se intensifique... y si Él realmente existe, consciente de vuestro amor ya os responderá. Y si no existe alguno, entonces tampoco recibiréis respuesta alguna en vuestros corazones”.

20. Como veis, los alumnos comienzan a interiorizarse y realmente empiezan a amar a Dios, en El que anteriormente sólo habían creído de manera infantil. Pero evidentemente Dios el Señor no da tan rápidamente señales de Sí, con lo que a nuestros pequeños no les entran pocas dudas...

Ya veremos a continuación cómo serán sacado de ellas...».


74. Cómo buscar a Dios

1. El guía continúa: «Ved, ya hay algunos cuantos que se dirigen a sus preceptores, señalándoles que ahora ya se sienten realmente obligados a creer que no hay Dios aparte de los mismos preceptores que ante ellos han realizado cosas milagrosas, mientras que Dios, a pesar de la vehemencia con la que le habían agarrado en sus corazones, a ninguno de ellos le había dado la menor señal.

2. ¿Cómo responden los preceptores a la observación de sus alumnos? Oíd, pues, a aquel al que esta observación estaba dirigida...».

3. «Mis queridos alumnos», dice el preceptor, «es fácil que Dios no os haya dado señal alguna, pero también es posible que no hayáis sido suficientemente atentos para enteraros de ella.

4. Por eso decidme: ¿Dónde estabais cuando agarrasteis a Dios en vuestro corazón? ¿Estabais fuera en el jardín debajo de un árbol o en las galerías de la sala? ¿O os encontrabais en la gran sala a flor del suelo, en algún cuarto o en vuestros alojamientos afuera de este instituto de enseñanza? - Decidme también lo que aquí y allá habéis visto, observado o sentido».

5. Los niños le responden: «Estábamos allí afuera debajo de los árboles, observando las maravillas de las creaciones de Dios al que debemos tener fe, y le alabamos por haber hecho cosas tan maravillosas. Nos le imaginábamos como un Padre lleno de Amor que con mucho gusto viene a sus hijos, por lo que en nuestros corazones se formó una gran añoranza de verle y de ir corriendo a su encuentro, llevado por nuestro amor infantil a Él, para agarrarle con toda nuestra fuerza y acariciarle de todo corazón.

6. Pero no hubo Padre que se hubiera acercado a nosotros, y cuidadosamente nos preguntamos entre nosotros si el uno o el otro había notado algo de Él... Y cada uno de nosotros reconoció francamente que ni lejanamente había notado nada de Él...

7. Luego abandonamos aquel lugar para dirigirnos de prisa a la gran sala, a flor del suelo, e hicimos lo mismo. Pero el resultado fue el mismo como debajo de los árboles... De modo que desde allí nos dirigimos a nuestros cuartos, convencidos que en ellos hubiera más probabilidad que el Padre viniera a visitarnos; pues, rezamos mucho y le rogamos fervorosamente que se nos mostrase.

¡Pero todo fue en vano! Como seguimos tu consejo y no tuvimos éxito, finalmente nos vemos obligados secundarte en tu enseñanza - en que más bien parece que no hay Dios alguno.

Por eso hemos llegado a la siguiente conclusión: Aunque haya algún Dios, no debe tratarse de un solo ente sino de un Dios dividido entre todos los seres vivos y autónomos, seres como vosotros y nosotros. De modo que Dios no es sino un compendio de toda Fuerza viva que, dentro de su autonomía, sólo en seres como vosotros puede reconocerse a sí misma - y manifestarse produciendo efectos extraordinarios».

8. «¡Ved estos pequeños filósofos!», dice el guía a los visitantes. «Pero sed conscientes del motivo, es decir, de la semilla falsa que ha producido este fruto de especulaciones vanas a base del raciocinio. ¿Qué va a decir el preceptor a esta filosofía despistada de sus alumnos? Escuchadle, ya está tomando la palabra».

9. «Mis pequeños, ¡ahora ya me ha quedado perfectamente claro por qué no se os ha manifestado Dios alguno, no debajo de los árboles, no a flor del suelo, ni en vuestros alojamientos (lo que quiere decir: no al reflexionar sobre la naturaleza, analizándola o tras experiencias... no por medio de especulación elevada del intelecto y del raciocinio... ni tampoco en vuestro ánimo que poco pasa de la rutina diaria), ¡porque ya salisteis con dudas!

10. Pues, no esperasteis a Dios con certitud, sino os parecía que a lo sumo podría ser posible que Él iba a dar señales de Sí, mientras que Dios -si hay uno- dentro de su ente tiene que ser la suma Certitud terminante.

Ahora, si con la incertidumbre de vuestro pensar, de vuestra fe y de vuestra voluntad os ponéis a buscar la suma Certitud divina, ¿cómo iba esta a manifestarse a vosotros?

11. Por eso recordad lo que os voy a decir:

Si queréis buscar a Dios para encontrarle de manera manifiesta, entonces tenéis que ir buscándole con suma certitud. Tenéis que continuar con fe absoluta, sin que quepa la menor duda de que Él existe, y por mucho que tarde hasta que le veáis, tenéis que agarrarle también con vuestro amor, con la misma certitud con la que creéis en Él. Sólo entonces ya se verá si tras vuestro pensar y vuestra fe, vuestra voluntad y vuestro amor habéis logrado la mayor certitud posible.

12. Una vez que la hayáis logrado, seguro que Dios se os mostrará - si hay uno... De lo contrario tendréis que volver sin haber logrado nada, como esta vez».

13. Los alumnos reflexionan sobre estas palabras de su preceptor; y uno, aparentemente el más débil de ellos, se dirige a él y le dice:

«Oye, mi querido preceptor sabio, ¿qué, si me fuera a mi cuarto, yo solo, y allí agarrara a Dios el Señor como Padre lleno de Amor... si le agarrara con nada más que con mi amor, con toda certitud... dado que de todos modos nunca he podido dudar en Dios sino que a pesar de todas pruebas en contra siempre he permanecido con Él... ¿No piensas que Él se me mostraría si simplemente le amara? Porque eso de reflexionar mucho y cultivar una fe correspondiente me parece ser un lío».

14. «Mi querido niño, ¡ve y haz lo que te parece bien!, porque de momento, ¿quién sabe si a lo mejor tienes razón? No puedo decirte ni sí ni no, sino te digo: ve allí y experimenta lo mucho de lo que el amor es capaz».

15. El niño se va a su cuarto. Acto seguido los demás alumnos preguntan al preceptor: «Entonces, ¿qué es mejor, lo que hace el niño que acaba de irse a su cuarto o, según tu consejo, salir con toda certitud, buscar a Dios cavilando?».

16. «Ya habéis oído lo que dije a vuestro compañero; pues, no dije un sí ni tampoco un no... Haced como el otro niño o salid, según os parece mejor. Y la experiencia ya nos enseñará cuál de los caminos es el mejor o el más corto - nos enseñará si el uno es malo y el otro es bueno, o si los dos son buenos o malos...».

17. Ved, una parte de los niños se decide por la certitud y otra por el amor exclusivo. Conscientes de su voluntad, los defensores de la certitud salen al jardín, llevados por su fe firme y absortos en pensamientos, mientras que los otros en su búsqueda de Dios se van a sus cuartos.

18. Ahora fijaos que el niño que había salido primero -llevado por su amor a Dios- vuelve a entrar en la sala, acompañado por un hombre sencillo, y se dirige directamente al preceptor. ¿Qué va a manifestar?

19. El niño le dice: «Querido preceptor sabio, mira: Cuando ya estaba en mi cuarto y comencé a amar al Padre celestial profundamente, entonces se presentó este hombre sencillo y me preguntó si realmente amaba tanto al Padre en el Cielo.

Y le respondí: “Oh querido hombre, ¡esto ya lo puedes ver en mi cara!”. Entonces él me preguntó cómo, en mi ánimo, me imaginaba al gran Padre celestial.

Y le dije: “Me le imagino como hombre, pero muy grande y fuerte, y supongo habrá un gran brillo alrededor de él, dado que este mundo y el Sol que le luce brillan ya tan maravillosamente”.

20. A eso este hombre sencillo me levantó, me apretó contra su corazón y me dio un beso; y en seguida me dijo: “¡Llévame a tu preceptor allí en la gran aula! Allí trataremos de todo lo demás y ya quedará perfectamente claro qué aspecto tiene el Padre en el Cielo -si realmente existe- y cómo Él crea, guía y gobierna todo”.

Y como ves, querido preceptor, aquí estoy con este hombre sencillo. ¿Qué te parece quién podría ser, dado que se ha comportado tan cariñosamente conmigo?».

21. Llevado por sumo amor y respeto, el preceptor le responde: «Oye, niño sumamente afortunado, ¡ya has encontrado al Auténtico!, pues ve, ¡Él es Dios, nuestro Padre lleno de Amor!».

El Señor se inclina, toma al niño en sus brazos y lo pregunta: «¿Piensas que soy Aquel que tu preceptor te ha anunciado?».

«Oh sí, ¡Tú lo eres!», le responde el niño todo entusiasmado. «¡Te reconozco por tu infinita Bondad! Porque aparte de ti, ¿quién sería tan bondadoso de tomarme en sus brazos, mimándome como Tú? Por eso también te amo a ti tan profundamente que nunca ya podré separarme de ti... ¿De modo que ya no me dejarás aquí, querido Padre santo? ¡Porque nunca experimenté semejante Bondad y Amor como ahora en tus brazos!».

«¡No te preocupes, pequeño mío, porque una vez que uno me ha encontrado como tú, nunca ya me perderá! Pero ahora guarda silencio y no me descubras, porque se están acercando los demás niños que me buscaban, pero que aún no me han encontrado. Vamos a ponerlos a una pequeña prueba para que también ellos puedan encontrarme. Por eso, de momento no digas nada hasta que te dé una señal!».


75. Añoranza de Dios - un testimonio para su existencia

1. «Ved, ya vuelven los demás niños», dice el guía a los visitantes. «Se les ve en la cara que no han encontrado a Aquel por El que salieron, buscándole de la una o de la otra manera. De modo que por segunda vez vuelven a su preceptor, ahora algo tímidos».

El preceptor los recibe preguntándoles: «Bueno, queridos niños, ¿qué pasa con la búsqueda debajo los árboles, en la gran sala a flor del suelo o en las galerías? ¿Y que pasa con aquellos de vosotros que se habían propuesto a buscar al Señor en sus cuartos?

Como veo, os encogéis de hombros... ¿Acaso aún no habéis encontrado ni visto al Padre bondadoso tan lleno de Amor, al Dios Uno de todos los Cielos y todos los mundos? - ¿Qué pasa pues con vuestra fe? ¿Tenéis todavía dudas sobre la existencia de Dios?».

2. «Oh querido preceptor sublime, en lo que se refiere a nuestras dudas, ahora tenemos más que antes... Porque ve: no nuestra firme voluntad, ni nuestra fe tan viva, ni nuestros pensamientos más fundamentados en Dios el Señor, ni tampoco nuestra disposición de amar han podido lograr nada. De modo que si hubiera un Dios y Señor, se nos habría debido manifestar de una manera u otra; porque ve, finalmente nos hemos unido todos, profesando la fe firme que debe haber un santo Dios y Padre bondadoso lleno de Amor.

3. Todos le hemos agarrado con nuestro amor y le hemos llamado por el nombre que nos indicaste: “Oh querido santo Padre Jesús, ven, ¡ven a nosotros y atiende nuestros ruegos infantiles, e indícanos que realmente existes y que también nos amas como nosotros te amamos a ti!”. Así, sublime preceptor, llamamos durante bastante tiempo, pero no hubo ni rastro de cualquier Padre celestial.

Como todo fue en vano, ahora estamos seguros de que aparte de vosotros no hay otros preceptores más sublimes, ni tampoco un Dios.

Por eso aún no vamos a afirmar que nuestras dudas posean una base invulnerable. Pero después de semejante empresa de investigación infructuosa sobre la existencia de Dios surgen más bien dudas que una fe firme...

4. Pero también vemos a aquel compañero que se había separado de nosotros, buscando al Señor exclusivamente a base de su amor, ¿ha él tampoco encontrado nada?».

5. El preceptor les dice que de momento no puede responder que sí o que no.

Pero los niños siguen preguntándole: «Pero nos podrás decir quién es este forastero tan sencillo, ante el que nuestro compañero se muestra tan amable y le mira con tanto amor... ¿No será su padre que ha llegado de la Tierra?».

6. «¡Otra cosa que no os puedo decir! Pero que de momento sepáis que este forastero tan sencillo es sobremanera sabio, por lo que conviene que os concentréis bien si quiere hablar con vosotros sobre lo que sea».

7. «¿Pero es posible que hombres tan sencillos como este también puedan ser sabios?», preguntan los niños. «Porque hasta ahora siempre hemos observado que los preceptores cuanto más sabios eran, tanto más sublime y más brillante era su aspecto - eso con excepción tuya...

Pero este hombre no parece nada de sublime ni de brillante, sino que es aún mucho más sencillo y simple que tú... ¡Por eso nos extraña que él pudiera ser tan extremadamente sabio!».

8. «Pues sí, mis queridos niños, al tratarse de la Sabiduría más profunda no importa en absoluto el esplendor exterior. Porque consta que cuanto más esplendor hay en el exterior, tanto menos Luz hay desde el interior; pero cuanto más Luz haya desde el interior, tanto menos brillo habrá en el exterior.

Por eso, id a preguntarle por lo que fuera, y pronto os convenceréis de lo sabio que es».

9. Los pequeños se dirigen al Señor y le preguntan: «Hombre más sencillo, ¿nos permites que te preguntemos algo?».

10. «¡De todo corazón, mis niños queridos! Id preguntándome y Yo ya me las arreglaré para responderos».

«Ya que nos lo permites, vamos a preguntarte rotundamente por lo que de momento a todos más nos preocupa», le responden los niños. «Pues ve: hace tiempo que vamos y venimos buscando y tratando de comprobar si hay un Dios o no... un Dios que sería un Padre sumamente bondadoso en el Cielo - un Padre de todos los hombres que viven donde sea. Pero no hay manera de encontrar rastro de él, e incluso nuestro preceptor no quiere o no puede decirnos nada de fundado al respecto. Lo que sí nos dijo es que tú eres sumamente sabio, con lo que nos importaría saber de ti si hay tal Dios y Padre o no.

De modo que si sabes algo al respecto, te rogamos que nos lo digas. Te escucharemos con todo interés, y no saldrá ni una sola palabra de tu boca sin que la prestemos la atención debida».

11. Dice el Señor: «Pues sí, mis queridos niños, ahí me habéis hecho una pregunta a la que me resultará difícil el responderos. Porque si os digo que hay tal Dios y Padre, entonces me responderéis: “Tu respuesta no nos satisface mientras que no podamos verle”. Y si luego me decís que os muestre al Padre, ¿qué os voy a decir?

Porque mucho os podría señalar con el dedo y no veríais nada, con lo que nunca encontraríais a vuestro Dios y Padre.

Pero si entonces os dijera que el Padre está entre vosotros, ¿acaso me lo creeríais?

12. Me preguntaríais: “Pues, ¿dónde está? ¿Acaso se trata de uno de estos preceptores de esta gran aula?”.

Si entonces os digo que no, ¿qué haréis?

Me miraréis arqueando los ojos y diréis: “¡Nos estás tomando el pelo! Porque si no es uno de los muchos preceptores, ¿quién podría serlo? ¿Acaso tú mismo? ¡Porque es imposible que el Padre celestial tan sumamente sublime pueda tener este aspecto tan simple, sencillo y sin brillo alguno como tú!”.

13. Y una vez que me hayáis dado semejante respuesta, ¿qué más os podré decir? De modo que sería mejor si me preguntaseis por otra cosa, porque parece que esta pregunta no tiene respuesta».

14. «Oh hombre sabio, ¡ahí no hay evasiva!, porque la respuesta a otra pregunta no nos interesa. Sin embargo, de la respuesta si hay un Padre celestial o no depende todo nuestro bien. Porque si existe un Padre celestial, entonces todos seremos más que bienaventurados, mientras que si no existiera, sería como si no tuviéramos base alguna, sin saber por qué y para qué existimos.

Por lo tanto, si te resulta posible, tú respóndenos a la primera pregunta; te lo rogamos encarecidamente.

15. Que tú eres un hombre muy sabio, esto ya lo hemos deducido de tu respuesta evasiva. Por eso, haz que avancemos algunos pasos hacia el Padre celestial, porque debe haber uno... Esto ya nos queda claro por el mismo hecho que cada vez que Él quiere ocultarse detrás de nuestras dudas infantiles, nuestra añoranza de Él aumenta.

16. Si el Padre a toda costa no existiera, ¿de dónde podría venir esta añoranza en nosotros - una añoranza que es tan viva como nosotros mismos? ¡Consta que junto con la añoranza también la certitud sobre la existencia de un Padre celestial tiene que aumentar!».

17. «Bueno, mis queridos niños, ¡me estáis quitando la palabra de la boca!», responde el Señor. «¡Es bien acertado si afirmáis que la misma añoranza es un buen testimonio! ¿Pero qué es la consecuencia de ella? ¿No es así que como consecuencia uno quisiera asegurarse de aquello que uno está añorando?».

«Esta respuesta es muy buena».

«Pero ahora os pregunto: ¿Qué es la causa de la añoranza?».

«La causa es el amor a aquel al que se añora».

18. «Pero entonces, si uno quiere ver algo en la plenitud la Verdad, ¿acaso es suficiente conformarse con la añoranza y su consecuencia?».

«¡Oh no, hombre de suma sabiduría! Ahí hay que volver a la misma causa! Si en ella no se anuncia la gran Verdad, ¡entonces todo es erróneo! Pero si se manifiesta, entonces uno ya ha llegado a la convicción viva de que eternamente nunca se puede reconocer ni verla en otra parte que en su propia causa».

19. «¡Por eso ahora ved!», dijo el Señor a los niños. «¡Uno de vosotros fue por este camino y encontró al Padre! Preguntádselo a él mismo, ¡y ya os le apuntará con el dedo!».

20. Todos se lanzan sobre aquel uno y se lo piden.

Y él les dice: «Queridos hermanos, ved, es el mismo al que consideráis tan humilde y sencillo - es Él, al que durante tanto tiempo buscasteis en vano... ¡Él es el Padre celestial!, y su nombre es santo, sumamente santo...

¡Creédmelo, porque yo ya he experimentado su Gloria! Pero no me lo creáis porque os lo digo, sino acercaos a Él con vuestros corazones, y le encontraréis tan verdadero y glorioso como yo le he encontrado!».

21. A eso todos los niños sueltan un grito porque acaban de reconocer al Padre: «¡Oh Padre, Padre, Padre, lo eres Tú! ¡Ya teníamos el presentimiento cuando nos encontramos a tu lado! Pero ahora que te hemos encontrado, ¡nunca ya te ocultes ante nosotros, para que no tengamos que buscarte otra vez tan penosamente!».

22. «Amén», dice el Señor. «En adelante vuestra visión ya no será apartada de Mí. Aunque no estaré siempre visiblemente entre vosotros como ahora, siempre estaré presente en aquel Sol que allí os luce...

Lo demás, referente a Mí, ya os comunicará vuestro preceptor».


76. La segunda y la tercera sala - enseñanza sobre el segundo y el tercer Mandamiento

1. El guía explica a los visitantes: «No hace falta que continuemos observando las enseñanzas sobre el Señor que los niños aún reciben de sus preceptores, porque ya han superado la época o el estado en que evidentemente habían perdido al Señor del todo, y con ello también la primera aula - de las que hay doce, como queda dicho. Sería demasiado prolijo seguir a la enseñanza de los niños conforme procede. Pero para que sepáis lo que se enseña en estas aulas os digo que esto ya lo habéis podido deducir del tablón blanco en el centro de la primera aula: que en todo este enorme instituto de enseñanza se trata únicamente de los diez Mandamientos de Moisés y, finalmente, de los dos Mandamientos del Amor.

2. En cada sala siguiente se enseña un nuevo Mandamiento, llevándolo a la práctica, y eso sin demora y de la misma manera como tuvisteis la oportunidad a observarlo a la ocasión del primer Mandamiento aquí en la primera sala.

3. En este sentido, en la sala siguiente, en seguida será tratado el Mandamiento: “No tomarás el nombre de Yavé en vano”. De hecho, aún no comprendéis lo que este Mandamiento significa en el fondo, por lo que os voy a hacer una alusión sobre el verdadero significado...

4. Aquí en la segunda sala este Mandamiento no está interpretado en un sentido como si en ocasiones sin importancia nadie debiera pronunciar el nombre del Señor sin el respeto debido - lo que sería un mandamiento insustancial... Porque si alguien es de la opinión que debiera pronunciar el nombre del Señor exclusivamente en casos de apuros extremos, y eso con sumo respeto y veneración, esto tendría como resultado que no se debería pronunciarle nunca...

Porque ahí figuran dos condiciones para poder pronunciar el nombre de Dios - condiciones con criterios tan estrictos que tras ellas, primero, nadie podrá llegar a tener certeza que sus apuros realmente hayan llegado a tal “extremo” requerido y, segundo, nadie sabrá cuándo su manera de pronunciar el nombre sumamente santo va a ser realmente “digna”. De modo que si se diera tal caso, por ejemplo si hubiera un agudo peligro de muerte que puede pillar al hombre en las condiciones más diversas, se plantea la pregunta si en tal situación conflictiva cualquiera pudiera tener la presencia de ánimo y la capacidad mental de pronunciar el nombre del Señor “dignamente”...

5. De modo que si entendéis este segundo Mandamiento de la manera como se acostumbra en la Tierra, tendréis que llegar inevitablemente a la conclusión que, efectivamente, el nombre del Señor no debería ser pronunciado nunca, ya porque es inimaginable que las dos condiciones pudieran verse cumplidas a la vez:

Quisiera ver a aquel hombre en la Tierra que, en el caso de suma aflicción, podría ponerse en un estado de sosiego sublime y devoto que le permitiría pronunciar el nombre del Señor dignamente...

6. Si la interpretación acostumbrada en la Tierra fuera correcta, entonces nadie debería siquiera rezar, porque en la oración también se nombra el nombre del Señor... Y eso teniendo en cuenta que el hombre debe rezarle y darle la honra todos los días - y ni mucho menos restringir las oraciones a ocasiones de extrema aflicción.

7. De todo ello se deduce que este Mandamiento está interpretado erróneamente. Y para acabar de una vez para siempre con toda cavilación al respecto, os voy a decir con pocas palabras cómo, en el fondo del fondo, hay que interpretar este Mandamiento.

8. De modo que “No tomarás el nombre de Yavé en vano” significa que al pronunciar el nombre de Dios no te limites a formularle con la boca, haciendo que tus labios articulen un sonido de algunas pocas sílabas, sino, como Dios es la Base de tu vida, siempre debes pronunciar su nombre entregándote a esta Base que es el fondo de tu vida; es decir, que no le pronuncies mecánicamente sino vivamente activo tras todas tus actividades - porque todo lo que haces, lo realizas mediante la fuerza que Él te ha otorgado.

Si te sirves de esta fuerza para actividades malignas profanas evidentemente lo Divino en tu interior - lo Divino que es tu fuerza: el nombre vivo de Dios.

9. De modo que este Mandamiento dice que primero se debe reconocer el nombre de Dios: qué es y en qué consiste; y luego no se debe pronunciarle vanamente con palabras huecas como cualquier otro nombre, sino siempre tras actividades, porque el nombre de Dios es la energía del hombre.

Por eso, todo lo que el hombre hace, debe hacerlo en este nombre. Si así lo hace, entonces es uno de los que no toman el nombre de Dios en palabras vanas sino que le pronuncian dinámica y vivamente en su interior.

10. Ved, de esta manera -es decir, de una manera práctica- enseñan a los alumnos el segundo Mandamiento, en la segunda sala, donde lo practican con cada alumno a fondo, hasta que haya obtenido una buena práctica.

Luego proceden al tercer Mandamiento, en la tercera sala.

11. Como sabéis, este Mandamiento dice: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo”.

¿Qué puede decir esto, sobre todo teniendo en cuenta que aquí ya no alternan los días con las noches, sino que perdura un día eterno? Entonces, ¿cuándo podría haber un sábado? Pero ante el hecho que el Mandamiento proviene de Dios, tiene que tratarse de una norma eterna y no solamente temporal, con lo que tiene que ser válida para el reino de los espíritus tanto como para la Tierra.

12. Entre vosotros se dice que los “sábados”, días de fiesta, no se debe ejecutar trabajo físico alguno, por lo que se entiende toda actividad remunerada; pero sí, está permitido representar espectáculos y bailar, parecido a los paganos. El día antes del sábado hay que ayunar, para que el mismo sábado se pueda tragar tanto más. De modo que también a los hosteleros les está permitido explotar a los huéspedes en un día festivo más que en un día normal. Esto es lo que llamáis “santiguar el sábado” de manera “legal”; pues, prohibido está tan sólo todo trabajo bendecido en el campo, mientras que todo lo demás esté idóneo para el sábado.

13. Pero el Señor demostró en el mundo que también en un sábado se puede trabajar y hacer el bien. Si el Señor mismo trabajaba en un día de sábado, yo diría que esto para cada hombre debiera ser prueba suficiente que bajo la “santificación del sábado” se debe entender algo distinto que no trabajar ni emprender algo de útil y fructuoso.

14. Para entender lo que quiere decir la “santificación del sábado” primero hay que saber qué significa el sábado. Por eso os lo voy a explicar con pocas palabras:

15. Este sábado no es un día de la semana sino es el día del Espíritu en el hombre... es la Luz divina en el espíritu del hombre y es el Sol saliente de la Vida en el alma humana...

Es el día del Señor en el hombre - día vivo al que el hombre debe reconocer más y más, y santificarle mediante las actividades con las que debe cumplir por amor a Dios y al prójimo.

16. Como el hombre en el mundo turbulento nunca podrá encontrar este día de sosiego sagrado, debe retirarse de él y debe buscar este día en su interior, dedicándole al sagrado sosiego en Dios.

17. Por esta misma razón al pueblo israelita le estaba mandado determinar por lo menos un día en la semana en que debía retirarse de sus negocios mundanos para que pueda buscar tal día de Vida en su interior. Pero los israelitas observaron esta ley sólo de manera material, hasta el extremo que ni siquiera reconocieron al Señor del sábado -a su Padre santo- cuando llevado por su Amor infinito vino a sus hijos en la Tierra.

18. Supongo que con lo dicho os habrá quedado claro qué se debe entender por la “santificación del sábado” y cómo hay que ponerla en práctica.

19. Al mismo tiempo ya os habrá quedado claro si vuestra manera de santificar el domingo corresponde a una verdadera santificación del sábado o no... si mediante una hora de “oficio divino” en la iglesia, seguido por toda clase de diversión mundana, uno pueda llegar en su interior a un día de sosiego eternamente vivo en el Señor...

20. Si yo estuviera con vosotros en la Tierra, apostaría un gran premio, a ver si por presentarse mucho en la iglesia y después hincharse de comida, dar paseos y montar el caballo, por bailes, por el juego, borracheras, incluso a veces con engaños y difamación, etcétera, se deja encontrar el verdadero sábado en el espíritu para poder santificarle... ¿Quién sabe si hay filósofos que serían capaces de aportar pruebas de ello - las que aquí, por supuesto, quedarían totalmente desairadas.

21. Se entiende por sí mismo que aquí, a los niños, sólo se les enseña la verdadera y viva santificación del sábado, practicándola con ellos.

De todo ello podéis haceros una idea cómo, en el fondo del fondo, hay que entender los Mandamientos del Señor.

22. De la misma manera como estos dos Mandamientos y antes el primero vamos a tratar los demás Mandamientos, en pocas palabras, para que podáis haceros una idea fundada cómo se los enseña a los niños.

De modo que ahora podemos continuar al cuarto Mandamiento, en la cuarta sala.


77. El cuarto mandamiento en la cuarta sala

1. Tal como lo entendéis en la Tierra, el cuarto Mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre para que tus días sobre la Tierra se alarguen y para que estés bien” - un Mandamiento igual de origen divino como los primeros tres.

¿Qué es lo que manda y promete? - Nada más que la obediencia de los niños ante sus padres y en cambio alguna concesión temporal.

2. Ahí alguien podría preguntar: “¿Qué?, ¿un Mandamiento divino sancionado por nada más que promesas temporales, sin evidencia alguna que también habría ventajas espirituales eternas? ¿Qué importancia puede haber en una ventaja temporal? ¿Para qué una vida holgada, si después de esta no hay nada que sea más sublime?”.

3. Consta que tener una vida larga y buena es mejor que una corta y mala. Pero si después del período de la vida se presenta la muerte inhospitalaria, ¿qué ventaja lleva la vida larga y buena ante la corta y mala? Yo diría que no hace falta ser un gran matemático para constatar que ambos casos resultan en un mero cero; de modo que poco importa cómo estaba acondicionado el camino para llegar a este resultado...

4. Aplicando esta medida, el cuarto Mandamiento se encontraría en un suelo resbaladizo, y los padres estarían en una situación difícil si sus niños nacieran ya con semejante filosofía; pero también los mismos niños, bajo estas condiciones, se verían poco motivados para obedecer a sus padres.

Conforme este Mandamiento suena, sólo tiene una base temporal, dado que no señala más que la obligación de los niños ante sus padres. Pero aún se puede hacer algunas reflexiones críticas sobre él...

5. Se plantea la cuestión: ¿Para qué este Mandamiento aquí en el reino de los espíritus, donde los hijos están eternamente separados de sus padres terrenales? Porque si los hijos ya no tienen que ver nada con sus padres, se supone, que también estarán liberados de su obligación terrenal ante ellos... Pero a pesar de ello vemos que en la cuarta sala este Mandamiento está marcado en el tablón blanco».

Responden los visitantes: «¿Y si esta obligación de los niños se refiere al Señor?».

«Esto no suena mal, pero el Mandamiento termina con la promisión: “... para que tus días sobre la Tierra se alarguen y para que estés bien”.

Si estuviera escrito: “... para que vivas eternamente y te encuentres bien en el Cielo”, entonces esta interpretación de la Ley sería comprensible. Pero una promisión temporal en el reino de los espíritus no deja de sonar algo extraña.

6. ¿Qué pensáis vosotros qué se podría hacer para dar a esta Ley un prestigio divino bien fundado?».

Los visitantes se encogen de hombros y responden: «Querido amigo y hermano, si dependiera de nuestra exposición, poco de espiritual encontraríamos en la esfera puramente espiritual de esta Ley».

7. «Pero os digo que precisamente este Mandamiento es puramente espiritual, más que muchos otros», explica el guía. «Aunque estéis arqueando las cejas, ¡así es! Pero para que esto os quede claro por una vez para siempre, os voy a repetir la misma Ley cambiando algunas palabras, tal como los preceptores también lo practican en esta aula... De modo que en seguida lo percibiréis en la plenitud de la Verdad. ¡Oídme, pues!:

8. “¡Hijos! ¡Obedeced al Orden de Dios que surge de su Amor y de su Sabiduría (es decir, del Padre y de la Madre), para que tengáis una larga vida en la Tierra y para que estéis bienaventurados”.

¿Pero qué quiere decir una vida larga y qué, en cambio, una vida eterna?

La “vida larga” designa la Vida en la Sabiduría, en cuyo caso el término “largo” no se remite a la duración sino a la extensión de la Vida que se vuelve cada vez más poderosa... Pues, el mismo término Vida implica ya la duración eterna.

De modo que el término de “largo” no significa ni mucho menos una duración, sino únicamente la extensión de una energía vital, mediante la cual el ser humano penetra cada vez más en las profundidades de la Vida divina, con lo que su propia vida se vuelve cada vez más perfecta, consolidada y eficaz».

9. «Bueno, esto queda claro... ¿Pero qué significa lo de la “bienaventuranza” en la Tierra?».

«Nada más que hacerse con la Vida divina... Porque aquí por el término de “Tierra” se entiende la propia naturaleza del individuo, y la “bienaventuranza” en este no es sino la consciencia de una existencia libre conforme el Orden divino completamente asimilado.

10. Esta explicación concisa es suficiente para que podáis reconocer que esta Ley tiene un concepto puramente espiritual. Si queréis comprobarlo en toda tranquilidad, en vuestra propia Tierra os daréis cuenta que así es.

En este sentido también lo enseñan aquí a los niños, llevándolo a la práctica con ellos, y eso con un resultado muy beneficioso.

Ya que esto ha quedado claro, ahora podemos dirigir a la quinta sala».


78. El quinto Mandamiento en la quinta sala

1. El guía continúa: «Ved, también en la quinta sala hay un tablón blanco y en esta se lee: “No matarás”.

Si inspeccionáis este Mandamiento con suficiente luz y al mismo tiempo examináis la historia del pueblo israelita, a la primera vista os tiene resaltar que con este Mandamiento hay una dificultad...

“No matarás”... ¿Pero cómo, dónde, cuándo y el qué?...

2. ¿Qué, en realidad, significa el término “matar”? ¿Acaso dice solamente “quitar a un cuerpo la actividad vital”, o dice “privar al espíritu de su energía vital celestial”? - Si la Ley de “no matar” se refiere únicamente al cuerpo humano, entonces no se puede referir al espíritu. Además, se dice que cada hombre -en cierto sentido- debiera matar su carne para vivificar su espíritu... lo que también el mismo Señor dijo: “El que quiere su vida -es decir, la vida de su carne- la perderá; pero aquel que la rehuye por mi Causa, la recibirá” .

3. Esto también se manifiesta en la naturaleza de las cosas: Mientras la cápsula o envoltura exterior de un fruto no llegue a morirse, el fruto no llegará a producir un germen vital. De todo esto queda claro que la muerte de la carne no puede, a la vez, también ser la muerte del espíritu.

¿Qué si esta Ley sólo se refiriera a lo de no matar al espíritu? - Oh, si fuera así, ¿quién podría vivir seguro de su vida física?

4. Observado desde el extremo opuesto: cada uno está consciente de que toda estimulación de la carne que hoy en día ya se ha vuelto una costumbre, no es sino un matar al espíritu.

Y si esto lo comparáis con la historia del pueblo israelita al que estas Leyes estaban dadas como de primera mano, entonces os saltará a la vista que hay un conflicto extraño: pues, el mismo Moisés que trajo la Ley, a principio hizo que mataran a muchos israelitas, y los descendientes de él tenían que hacer lo mismo con aquellos que la infringieron.

5. “No matarás”. - Esta Ley, como las demás, estaba guardada en al Arca de la Alianza . Y aun así, cuando el ejército israelita entró en el país de la Promisión, ¿qué hizo con los habitantes anteriores? Incluso David, el hombre conforme al Corazón de Dios, ¿qué hizo?

¿Y qué hizo Elías, el mayor de los profetas?

Ved, ¡todos ellos hicieron que se matara, y frecuentemente de manera bastante cruel!

6. Todo aquel de vosotros cuyo espíritu es objetivo y no tiene prejuicios, tiene que afirmar: ¡Menuda Ley ante la cual incluso los primeros profetas despertados por Dios se vieron obligados a actuar en contra de ella - como nadie más!

7. ¡Se diría que un Mandamiento como este no vale más que no haber ninguno! Incluso en nuestra época en una guerra lo de matar a sus hermanos es cosa de honor!

E incluso el Señor mismo, cada día, da la muerte a legiones de hombres - en lo que se refiere a su cuerpo físico... Y todo eso a pesar del “No matarás”...

También David tenía que dar la muerte a un jefe de ejército porque, aunque sea jurando en falso, había procedido con indulgencia contra un lugar al que debía destruir.

8. Así, diría yo, andan las cosas con este Mandamiento en la Tierra. Pero ahora que estamos aquí, vemos este Mandamiento delante nosotros... estando en el Reino de los Cielos, donde ningún ser puede matar a otro... ni tampoco a nadie le vendría la menor idea de matar a nadie.

¿Para qué, entonces, puede estar escrita en este tablón? ¿No será por respeto a la historia, para que los alumnos aquí aprendan qué Mandamientos hay y había en la Tierra?».

«¿No será, tal vez, que en los niños de aquí por lo benignos que son, durante una temporada alimenten una sed de matar para que luego, asimilando la Ley, puedan combatir esta sed en su interior?».

«Esto se podría pensar... Sin embargo, ¿qué resultado podría acarrear algo así? Os digo que cuando después a los niños habría que volver a quitarles esa sed de matar -cuando como sedientos de sangre han suficientemente probado sus cualidades ante la Ley- entonces finalmente no habrían ganado más que si nunca hubieran sido llevados a este estado de sed de matar...

9. Veo que al exponeros todo esto tan detalladamente, ahora incluso vosotros mismos ya no sabéis a qué ateneros con esta Ley. Pero no os preocupéis, porque también en este caso con algunas pocas palabras vais a salir de todas dudas. Y, como en la Tierra el Sol en el cielo, también en el Cielo esta Ley brillará con toda dignidad.

10. Y para que podáis asimilar la explicación fácilmente y a fondo, de momento sólo os llamo la atención sobre el hecho que para Dios la condición fundamental e inalterable de todo Orden divino es el mantenimiento eterno de todos los espíritus creados.

Ya que sabéis esto, ahora fijaos en el extremo opuesto que es la destrucción, y ya tenéis el Mandamiento delante de vosotros, en el sentido espiritual tanto como en el físico.

11. De modo que en vez de decir “no matarás”, decid “no destruirás a ti mismo ni a lo que es de tu hermano”, porque el mantenimiento es la eterna Ley fundamental en Dios mismo, con lo que Él es eterno y su Poder es infinito.

Y como en la Tierra para la formación eterna del espíritu también el cuerpo humano es indispensable hasta cuando llegue la hora determinada por Dios, sin una orden explícita de Él nadie tiene el derecho de destruir a un cuerpo humano, no al suyo propio ni a aquel de su hermano.

12. De modo que si estamos hablando del mantenimiento obligatorio, se comprende por sí mismo que aún menos nadie está autorizado para destruir al espíritu del hermano ni tampoco al suyo propio, por el medio que fuera, haciéndole de esta manera inepto para alcanzar la Vida eterna. Dios, evidentemente, mata diariamente cuerpos humanos, pero eso a la hora conveniente cuando el espíritu de una manera u otra ya ha alcanzado cierta madurez.

También los ángeles, como eternos siervos de Dios, estrangulan continuamente cuerpos humanos en la Tierra - pero nunca antes de que el Señor les haya dado la orden para tanto, y lo hacen únicamente de la manera que Dios lo quiere...

13. En este sentido también aquí los niños aprenden de una manera espiritual y práctica, en qué consiste el mantenimiento de las cosas creadas y cómo hay que proceder con él, con todo esmero, de acuerdo con la Voluntad del Señor. Y si esto ya os ha quedado más o menos claro, entonces incluso vosotros veréis la gran dignidad de esta Ley y comprenderéis por qué ella también tiene su aplicación aquí en el Reino de los espíritus de niños celestiales.

Sabiendo esto, ya podemos continuar a la sexta sala»


79. El sexto Mandamiento en la sexta sala. ¿Qué es la impudicia?

1. El guía continúa: «Ya vemos la sexta sala, y en su centro se encuentra otro tablón. Está escrito con letras bien claras: “No cometerás impudicia ni adulterarás”.

Este Mandamiento que el Señor mediante Moisés dio al pueblo israelita es inconfundible; y consta que entre todos es él del cual resulta lo más difícil a comprender su condición fundamental, para que luego se pueda cumplir con él, perfectamente, desde la base de toda vida.

2. ¿Qué, en realidad, está prohibido por este Mandamiento? Y qué es lo que afecta, ¿al espíritu, al alma o al cuerpo? ¿Y cuál de estas tres potencias de vida es la que no debe cometer impudicia?

¿Qué, además, es la impudicia y qué el adulterio? ¿Acaso la impudicia es el acto sexual entre el hombre y la mujer? Si fuera así, entonces este Mandamiento sancionaría categóricamente toda procreación, porque no prevé excepción condicional alguna; pues dice rotundamente: “No cometerás impudicia”.

3. Si el coito es considerado como punto culminante de toda impudicia, entonces quisiera ver a aquel que en la Tierra, ante las condiciones dadas, podría engendrar a un hijo sin este acto prohibido. Si es conyugal o extraconyugal, el acto sigue siendo el mismo; y si es practicado con o sin la intención de engendrar a un hijo, el acto también sigue siendo el mismo. Además, el Mandamiento no contiene cláusula alguna que indicara que dentro de un matrimonio legal este acto esté exento de ser considerado como impúdico...

4. Pero, observándolo bien, a cada uno le tiene que constar que el Señor está interesado en la procreación del género humano - y en una educación sabia del mismo. ¿Pero de qué manera podría el género humano procrearse si el acto de la procreación fuera prohibido bajo pena de muerte eterna?

Bueno, supongo que a cada uno le queda claro que aquí hay gato encerrado...

5. Ya por propia experiencia cada uno estará consciente de que la naturaleza del hombre ante la observación ningún Mandamiento pone trabas tan eficientes como ante éste... trabas ante las que el hombre tiene que fallar...

Cada hombre que tiene una educación algo decente, poco tropezará con el mantenimiento de todos los demás Mandamientos, pero tratándose de la observación de éste, desde siempre la naturaleza desbarató todos proyectos - incluso los de un apóstol Pablo...

6. Evidentemente nos vemos ante la prohibición del placer carnal que es inseparablemente unido con el acto de la procreación. Pero si la prohibición afecta sólo al placer carnal y no, a la vez, al acto de la procreación, entonces nos encontramos ante la cuestión si en el caso de la procreación legal hay manera de separar de ella el placer carnal...

¿Quién podría afirmar que los cónyuges legales a la ocasión del acto de procreación no sintiesen, a la vez, el placer carnal? O, ¿dónde están los cónyuges legales en cuyo caso no fue el apetito por el placer carnal que, al menos a la mitad de las veces, los ha incitado al acto de la procreación?

7. Ahí vemos que, si este Mandamiento que prohibe la impudicia está aplicado al acto de procreación carnal, no sacaremos nada en claro.

O bien debe existir un acto de procreación puro que nada tiene que ver con el placer carnal, o -si tal acto no es comprobable- el acto carnal no puede estar bajo este Mandamiento sino debe ser considerado como cosa espontánea dentro la libre voluntad del hombre, exenta de toda pena.

8. Tan sólo la necesidad de la existencia de los hombres ya es un factor que se expresa enérgicamente en contra de la prohibición de este acto... al igual que la naturaleza siempre exigente y sin miramientos. Uno puede ser de la condición que sea, pero cuando lega a la edad madura, no será exento de este instinto natural - a no ser que hiciera que le mutilen, matando de esta manera su naturaleza.

9. De modo que es imposible que este Mandamiento afecte la carne...

¿Qué, si esta ley afectara exclusivamente al alma?

Ante el hecho que el alma es el principio vital del cuerpo y la libre acción de este depende exclusivamente del alma -sin el cual la carne está muerta-, se supone que no habrá científico alguno que pudiera afirmar que el alma no tiene que ver nada con las libres acciones del cuerpo.

10. Pues, ¡el cuerpo no es sino la herramienta del alma, artísticamente concebido para este fin! Siendo así, ¿qué sentido podría tener un Mandamiento que afectase únicamente al cuerpo que por sí solo no es sino una máquina muerta? Si alguien dio un golpe torpe con un hacha, ¿habrá sido la culpa del hacha o de la mano? Se supone que ni el sabio más extravagante va a decir que hay que atribuir el golpe torpe al hacha...

11. Asimismo no se puede atribuir el acto de la procreación al cuerpo, como acción pecaminosa, sino únicamente al principio motriz que en este caso es el alma viva. De modo que nuestro examen crítico de este Mandamiento tiene que afectar únicamente al alma que piensa, quiere y actúa en la carne. No obstante, precisamente este, siguiendo nuestro criterio crítico, no tiene que ver nada con este Mandamiento.

Queda a averiguar si este Mandamiento tiene que ver algo con el espíritu...

12. Pero el espíritu, ¿qué es?

El espíritu es el principio vital del alma que, sin él, no es sino un órgano sustancial etéreo - un órgano que tiene todas las facultades de acoger la Vida, pero que sin el espíritu no es sino un pólipo sustancial etéreo espiritual que continuamente extiende sus tentáculos a la Vida, para chupar todo lo que es afín a su propia naturaleza.

13. Sin el espíritu el alma no es sino una fuerza polar inánime que lleva en sí un sentido apático por saturación, pero sin tener el menor criterio propio con el que le pudiera quedar claro qué es lo con que se sacia ni para qué le sirve el saciarse. Se puede compararla con un cretino que no tiene otro deseo que él de saciarse... ¿Con qué y para qué?, de esto no tiene la menor idea... Cuando tiene hambre devora lo que esté a su alcance, aunque se trate de mera comida de cerdos.

14. Ved, así es el alma sin espíritu... Y esto es efectivamente lo que pasa a los cretinos mencionados: su vida transcurre en el contorno de su alma en que o hay un espíritu demasiado débil o, en muchos casos, no hay ninguno.

Para aseguraros que así es, sólo tenéis que echar una mirada al mundo de los espíritus lóbregos...».

«¿Qué son?», preguntan los visitantes al guía.

«Son almas que después de la muerte de su cuerpo continúan viviendo... almas que durante su vida en un cuerpo físico por falta de interés y, frecuentemente también por malas intensiones, han debilitado y oprimido al espíritu en su interior de tal manera que este, una vez en el Más Allá, apenas puede estimular la vida - sin ni hablar de la pérdida de las ventajas que la vida proporciona y las que frecuentemente tienen que quedarse eternamente atrás».

15. «¿Cómo se comportan estos seres ante los espíritus vivos y bienaventurados en el Más Allá?».

«Se comportan como auténticos imbéciles, es decir, como verdaderos cretinos. Además, frecuentemente son tan deformes que de una forma humana casi ya no queda rastro alguno. En el reino de los espíritus estos seres no poseen más facultades mentales que, con vosotros en la Tierra, los imbéciles.

De ahí resulta que el alma como tal no tiene facultades mentales, a no ser que posea al espíritu -el único al que la libre voluntad está inherente-, con lo que en el fondo es sólo el espíritu que tiene facultades mentales...

16. Siendo esto evidente, hay que preguntarse cómo y de qué manera el espíritu absoluto podría cometer impudicia... ¿Es que el espíritu pudiera tener avideces carnales? Yo diría que no habría mayor contradicción que si alguien realmente quisiera imaginarse un “espíritu carnal” que inevitablemente tendría que ser material para poder alimentar avideces que forman parte de la materia bruta.

17. Si un arrestado no encuentra la menor gracia en su detención, tanto menos ilusión el espíritu absoluto encontrará en unir su ente absolutamente libre con la materia bruta, para siempre, y encontrar en ella su placer. Con lo que se ve que un espíritu que comete impudicia es el mayor disparate que un ser humano jamás podría pronunciar.

De modo que se plantea la pregunta qué es la impudicia y quién o qué no debe cometerla, dado que nos ha quedado claro que el cuerpo, el alma y el espíritu como tales no pueden cometerla - según el concepto que hasta ahora tenemos de ella.


80. Dos clases de amor

1. Es posible que alguien va a decir: “Pero Moisés, más tarde, se explicó más detalladamente, permitiendo el acto de la procreación exclusivamente al matrimonio legal y bendecido. Pero por lo demás, sobre todo si un hombre casado practicaba este acto con otra mujer casada, dispuso que esto habría que considerarlo como adulterio, con lo que los dos adúlteros incurrían en el castigo de la muerte”.

Esto es correcto, pero disposiciones posteriores no cambian el principio de la Ley, una vez que esta esté promulgada. El que quiere atenerse a la Ley tiene que proceder según su versión original - pero en esta ni la impudicia ni el adulterio están prohibidos de una manera precisa.

2. Hasta el momento hemos explicado claramente lo que se podría entender por “impudicia”. Pero como todo señala al acto de procreación, es imposible que aquello que hasta ahora hemos comprendido por “impudicia” esté considerado como prohibido por esta Ley.

3. Supongamos que uno muy experimentado en este tema pide la palabra y dice: “Por la impudicia prohibida se entiende la vil satisfacción del instinto sensual”.

Bien dicho... Pero si un hombre llega a procrear un niño con una mujer cuyo marido es estéril, ¿acaso esto puede ser considerado un adulterio pecaminoso?

Sigo preguntando: Si un joven impulsado por su naturaleza ha engendrado un niño a una joven, ¿es posible que esto sea calificado como pecado de impudicia?

4. Y más: Si un hombre por su propia experiencia sabe que su mujer es estéril y aun así cohabita con ella porque está bien hecha y le excita, de modo que él evidentemente sólo satisface su instinto sexual, ¿acaso esto le puede ser imputado como pecado de impudicia?

5. Y más aún: Siempre había incontables seres humanos de ambos sexos que eran bien fértiles y que también tenían una naturaleza que los empujaba... Y también hoy en día hay los que o por razones políticas o porque viven en estrechez no son capaces de casarse. Si gente como esta, doblemente acosada, procede al acto de procreación, ¿acaso peca en contra de esta sexta Ley?

6. Se dirá: “¡Que ellos sacrifiquen su instinto a Dios, absteniéndose del coito, con lo que no pecarán!”.

Pero yo digo: ¿Que juez podría declarar tal desliz como verdadero pecado? ¿Porque qué mérito tiene el rico ante el pobre que tiene que prescindir de tal felicidad? ¿Es posible que el rico tenga un mayor derecho para procrear descendencia que el pobre? ¿Es que el dinero justifica el acto de procreación, porque el rico puede conseguir una mujer, de manera legal, lo que miles de necesitados no pueden?

7. Además, todavía se puede preguntar quién tiene la culpa del empobrecimiento de muchos hombres... Seguro que nadie más que los mismos ricos que por sus especulaciones egoístas recogen muchos tesoros que frecuentemente serían más que suficientes para facilitar a miles de necesitados un matrimonio legal... ¿Cómo es posible que, al procrear hijos, sólo el marido rico conste libre del pecado de la impudicia, mientras que el necesitado resulte un burro de carga porque no puede permitirse el lujo de casarse?

¿No sería esto un despiste, como si en la Tierra se definiese un lugar de peregrinación para que allí se pueda recibir una “gracia”, a condición de que nadie debiera visitarlo a pie sino únicamente en coche de caballos muy elegante?

8. Aquel al que tal mandamiento parece justo debe venir de un mundo del cual incluso el Creador del Cielo y de la Tierra no sabe nada - es decir, de un mundo que no existe en ninguna parte... a no ser que él fuera un delegado de Satanás.

9. Pero ya vemos que tras todas estas reflexiones no hemos logrado una explicación válida del sexto Mandamiento...».

«Entonces, ¿qué más se puede hacer?», preguntan los visitantes.

El guía les responde: «Os digo que no resultará fácil encontrar el sentido perfectamente válido de este Mandamiento.

10. Para captarlo, hay que atacar el problema en la profundidad de sus raíces, de lo contrario siempre se arriesgará considerar como pecado algo que no lo es, mientras que algo que realmente es un pecado, considerarlo como legítimo».

11. «¿Pero cómo se puede encontrar estas raíces?».

«Enseguida las tendremos... Ya sabéis que el Amor es la causa primaria y la condición básica para que las cosas puedan existir. Sin Amor no habría cosa creada, ni nada podría existir. Comparadlo con la fuerza de atracción mutua, sin la cual nunca se habría formado un mundo conforme a la Voluntad del Creador. Aquel que no puede imaginárselo, pues, que entonces se imagine qué pasaría si en un mundo se perdiera toda fuerza de atracción: pues, todos átomos se soltarían los unos de los otros, dispersándose como en la nada.

12. De modo que el Amor es la base de todo, y a la vez es la llave para todos los secretos».

13. «¿Pero cómo se puede compatibilizar el Amor con el sexto Mandamiento para que allí resulte una explicación válida?».

«Os digo que nada es más fácil que esto, porque no hay otros actos en el mundo con los que el Amor está tan intensivamente relacionado como precisamente con este al que consideramos pecaminoso por ser impúdico.

14. Sabemos muy bien que el hombre es capaz de amar de dos maneras diferentes: amar de manera divina - un amor que es contrario al amor egoísta, y amar con amor egoísta - que es un amor contrario a todo Amor divino.

15. Cuando alguien hace el coito, ahora es la pregunta qué clase de amor fue el móvil. - ¿El amor propio bajo cuya tutela se encuentra toda clase de sed de placeres, o el Amor divino que sólo quiere comunicar lo que tiene, totalmente olvidándose a sí mismo? Ved, ¡ahí ya estamos sobre la pista caliente!

16. Fijémonos en dos casos: un hombre se entrega al acto sexual por mera sensualidad y otro lo hace con devoción a su facultad de procreación, agradecido de poder transmitir su semen a una mujer para que ella pueda producir un fruto.

¿Cuál de los dos habrá pecado? - Pues, me parece que en este caso no será difícil dar un juicio justo...

17. Pero todavía vamos a definir más claramente el término “impudicia”.

¿Qué pues es la “pudicicia” y qué la “impudicia”?

Pudicicia es aquel estado de ánimo humano en que el hombre se encuentra libre de toda clase de egoísmo o de amor propio; e impudicia es el estado de ánimo en el que sólo se considera a sí mismo y sólo actúa en su propio favor, olvidándose del todo de su prójimo y sobre todo de la mujer...

18. En ninguna situación el egoísmo es más vergonzoso que en el mismo acto sexual donde, básicamente, se trata de la procreación del hombre. - ¿Por qué? Porque tal el suelo y la semilla, tal el fruto.

Si la semilla forma parte del Amor divino -con que de la pudicicia- entonces también se producirá un fruto divino. Pero si la semilla es amor propio, egoísmo y sed de placeres -con que el estado impúdico del ánimo-, ¿qué fruto podrá salir de ello?

19. Ved, ¡ahí tenéis lo que está prohibido por el sexto Mandamiento! Si este Mandamiento hubiera sido respetado, entonces la Tierra sería todavía un Cielo, porque no habría egoístas ni déspotas en ella. Pero los hombres infringieron este Mandamiento ya desde el principio, y el fruto de esta infracción fue Caín egoísta.

20. De ello resulta que no solamente la erróneamente llamada “impudicia” -a la que mejor se llamaría “sed de placeres”- forma parte de nuestra paleta de pecados a tratar, sino toda clase de sed de placeres, sean las que fueren... pero sobre todo cuando un hombre para sus fines egoístas y lascivas se aprovecha de la mujer de por sí más débil, esto sí, hay que considerarlo como pecado de impudicia...


81. ¿Qué es la fornicación?

1. Como el sexto Mandamiento sólo dice “No cometerás impudicia ni adulterarás”, sin mencionar la fornicación, se podría deducir que esta no está prohibida, porque el sexto Mandamiento no dice: “No fornicarás”».

Por eso los visitantes preguntan a su guía: «Entonces, sea la fornicación lo que fuera, en el sentido espiritual o carnal, en realidad ¿qué es?».

«Es la adopción cómoda del vicio, y eso de la siguiente manera: Con mucha filosofía el hombre pasa por alto de que pudiera tratarse de un pecado, y remite todos los inconvenientes al terreno de las exigencias de la naturaleza. Cuando el propio genio del hombre le manifiesta una necesidad de satisfacción, entonces él se imagina que hace algo loable si mediante su inteligencia y talento siempre encuentra medios para la satisfacción de toda clase de exigencias que le impone su naturaleza. Si el animal tiene que satisfacer su naturaleza de una manera bruta conforme a su instinto, porque no tiene inteligencia ni talento, tanto más el hombre se distingue de lo animal natural.

2. Por eso el intelecto del hombre civilizado dice: “¿Quién puede considerar por pecado si el hombre mediante su inteligencia se edifica una casa preciosa para habitarla, cambiándola contra una cueva o un árbol hueco? ¿O si el hombre hace injertos en sus árboles frutales para que estos produzcan manzanas y peras dulces en vez de ácidas?

¿Quién puede considerar como pecado si el hombre construye un carro y domestica a los caballos, para que pueda viajar más cómodamente que andando a pie? Y tampoco se le puede tomar en mal cuando se sirve de los frutos naturales y los cuece, y los condimenta para alimentarse de ellos.

¿Acaso las cosas en el mundo están creadas para otro más que el hombre? ¿No es para que él las use de manera más adecuada?

3. ¡De cuántas cosas bonitas y útiles dispone el hombre para su comodidad y para regocijarse! ¿Acaso habría que reprocharle que mediante su inteligencia honra a su Creador, porque de lo contrario el globo terráqueo continuaría todavía yermo en un desorden caótico?

4. Como no es posible que al hombre se le impute como delito el haber cultivado los campos de diversas maneras, aunque sea sólo con el fin de una consumición más cómoda o más gustosa de las cosas del mundo, al otro lado tampoco se le podrá reprochar si se facilita un placer del acto de procreación más refinado, dado que incluso el hombre más culto en este acto se distingue lo menos del animal... De modo que debe ser posible que también se pueda satisfacer este instinto sexual de una manera más noble y fina - y eso por la misma razón por la que se construye casas más cómodas, ropa más fina y comida más gustosa.

5. Suponemos el caso que un hombre de clase culta para su satisfacción tenga la alternativa de poder escoger una de dos mujeres. La una es una moza campesina ordinaria y sucia, mientras que la otra es hija de una casa respetable, bien educada y bien vestida que, además, tiene buena apariencia y está bien hecha.

¿Por cuál de las dos el hombre se va a decidir? Seguro que esta decisión no le causará un rompecabezas: se decidirá por la segunda porque la primera le dará ascos.

De modo que también ahí se ve que una refinación de las cosas está muy acertada; pues, mediante ella el hombre manifiesta que es un ser más sublime que posee la facultad y el poder de limpiar todo lo sucio y desagradable, para refinarlo en algo más agradable.

6. Como el hombre, tanto como la mujer, en su interior siente frecuentemente una gran necesidad de satisfacerse, no se puede decir que se sirve más de lo debido de sus facultades intelectuales si él mismo pone los medios que le pueden servir para satisfacer sus instintos sexuales: o el coito vacuo con mujeres o la masturbación o, al extremo, la así llamada pederastía...

Porque precisamente en esto el hombre se distingue mucho de los animales... pues, sabe otros medios para satisfacer este instinto que es el más natural de todos - y no sólo aquel que le otorgó la naturaleza bruta... Con lo que incluso burdeles bien condicionados sólo pueden honrar al intelecto humano y ni mucho menos deshonrarle”.

7. A esto, mirándolo en el sentido natural, ¿qué podríamos objetar?», observa el guía. «Porque es evidente que el animal no puede servirse de semejantes astucias para la satisfacción de su instinto natural, con lo que se ve que ahí no se puede negar cierta maestría del intelecto humano.

Y aparte de esto los animales tienen su temporada, fuera de la cual este instinto no se manifiesta en ellos.

8. Pero, en realidad, ¿qué es todo ese refinamiento? - Aquí tenemos una pregunta corta y precisa cuya respuesta ya será más amplia y de mayor alcance.

Consta que la causa de todo este refinamiento no es sino la fastidiosa sed de placeres... Y sabemos que esta es un engendro del amor propio que es muy afín con el afán de dominar, con el que va de brazo.

9. Es verdad que en una casa confortable se puede vivir más a gusto que en una choza de barro. Pero miremos a sus habitantes: ¡Con lo presumido que se comporta el habitante de un palacio! El habitante humilde de una choza, mientras tanto, se inclina con respeto ante tal señor suntuoso.

10. Y miremos a los habitantes de una gran capital, comparándolos con los de un pueblo: Los de la capital ya no tienen remedio porque están fuera de sí por sed de placeres... todos quieren pasárselo bien, quieren divertirse, relucir y también dominar un poco, mientras que esto le resulte posible. Pero cuando un pobre campesino viene a la ciudad, a cualquier limpiabotas tiene que hablarle al menos de “Su Señoría”, para evitar de exponerse a alguna grosería.

11. Pero si vamos al pueblo, allí, entre los vecinos pacíficos, no encontramos a ningún amo que permita que le llamen “Su Señoría”. Entonces, qué es preferible, ¿si un campesino habla al otro de “hermano”, o si en la ciudad un menos rico al adinerado le habla de “Su Señoría”?

12. Yo creo que ni hará falta demorarnos más tiempo con semejantes disparates del refinamiento surgidos del intelecto humano, con lo que ahora mismo vamos a pronunciar la máxima esencial:

Tras detallada observación, todos esos refinamientos sedientos de satisfacción resultan en mera idolatría; pues, no son sino ofrendas del espíritu humano a la parte física de la naturaleza que de por sí está muerta.

13. Pero si estos refinamientos son idolatría, entonces también son mera prostitución; y tan sólo por las tendencias que manifiestan ya queda claro que no entran en la esfera de la pudicicia.

14. ¿Por qué Babel fue llamada una “prostituida”? Porque allí se practicaba toda clase de refinamientos imaginables. Por eso “entregarse a la prostitución” en el sentido propio quiere decir: entregarse a la impudicia a más no poder. Por eso un hombre rico que se casó con una mujer sólo porque es bien hecha y voluptuosa, y por el placer que le produce, es un verdadero fornicador y ella una verdadera prostituta.

En este sentido se enseña también a estos niños de aquí qué, en el fondo, es la impudicia: un mero egoísmo y una mera sed de placeres.

15. Era necesario aclararos esta Ley más profundamente, también a vosotros, porque por ninguna ley el hombre pasa tan fácilmente por alto que precisamente por esta.

16. Supongo que también esto os ha quedado claro, con lo que ya podemos continuar a la séptima sala.


82. Séptima sala - séptimo Mandamiento

1. Ya estamos en la séptima sala. Ved, en su centro hay un tablón que está fijado en una columna blanca muy clara. En letras bien legibles está escrito: “No robarás”».

2. A la primera vista de esta tabla de Leyes los visitantes preguntan: «¿Qué se podría robar aquí donde nadie tiene propiedad alguna y donde cada uno es un usufructuario de lo que el Señor da?».

«Esta pregunta no carece de base y tiene su sentido», les responde el guía. «Pero con el mismo derecho también se podría hacerla en la Tierra, porque también allí todo lo que hay está dado por el Señor - y aun así los hombres pueden robar el uno al otro de muchas maneras.

3. Ahí también se podría preguntar: “¿Acaso el Señor no ha creado el mundo igual para todos los hombres, y no tiene cada uno el mismo derecho a los diversos deleites que el mundo creado ofrece?

Como consta que el Señor no ha creado el mundo para algunos pocos sino para todos -con lo que cada hombre tiene el derecho de disfrutar de sus productos conforme él necesita-, ¿para qué, entonces, puede servir este Mandamiento que evidentemente otorga al hombre un derecho de propiedad - condición previa necesaria para que pueda haber robos?

Porque donde no hay mío ni tuyo sino únicamente nuestro de todos, ¿cómo iba a haber allí algo que se podría robar de su prójimo?

4. Siendo así, ¿no habría sido más sabio si en vez de promulgar este Mandamiento -que evidentemente afirma un derecho de propiedad muy conflictivo- hubieran anulado todo derecho de propiedad, para todos los tiempos?

De esta manera el séptimo Mandamiento habría resultado totalmente prescindible, y nunca habrían surgido tribunales de los derechos de propiedad... y los hombres podrían vivir entre ellos como verdaderos hermanos, sin complicaciones”.

5. Ahí todavía hay que tener en cuenta que el Señor dio este mandamiento a Moisés justamente en una época en que ni uno solo de los muchos hijos de Israel tenía la menor propiedad, porque todo el oro y la plata que se habían llevado de Egipto fue propiedad de todo el pueblo, bajo la supervisión de su jefe.

6. En lo que se refiere a su ropa, esta fue más que simple y a la vez tan miserable que hoy en día ni la tocaríais. Además, ninguno de los israelitas tenía ropa para cambiar, pues, todo lo que tenía era lo que llevaba puesto.

7. Estando en estas condiciones, les llegó este Mandamiento; con lo que consta que todo el pueblo israelita tenía que arquear los ojos y preguntarse: “¿Pero qué podríamos nosotros robar los unos a los otros? - ¿Acaso a nuestro hijos - y eso ante el hecho de que en estos tiempos de tribulación cada uno está mejor cuanto menos hijos tiene? - ¿O, acaso, robarnos nuestras ollas? - ¿Qué ganaríamos con esto? Porque aquel que no tiene olla, de todos modos tiene el derecho de servirse de la de su vecino - mientras tenga algo para cocer... Y aquel que tiene una olla, poco se va a apoderarse de otra, que luego sólo le causaría doble peso cuando tiene que cargarse con ella...

No vemos qué podría ser aquello que aquí el uno pudiera robar al otro... ¿Acaso se trata del honor? ¡Pero todos somos siervos del mismo Señor, y Él conoce muy bien el valor de cada uno de nosotros. E incluso si nos humilláramos entre nosotros, ¿qué adelantaríamos ante Aquel ante cuyos ojos nuestro interior está completamente manifiesto?

De modo que no sabemos a qué atenernos con este Mandamiento. Si es que será válido para tiempos venideros en que el Señor tal vez nos otorgará alguna propiedad, entonces preferiríamos si nos dejara tal como estamos y el Mandamiento se anularía por sí mismo...”.

8. Ved, de esta manera razonaban muchos del pueblo israelita y, ante su situación en el desierto, tampoco se lo puede tomar en mal, dado que realmente nadie tenía más ni importaba más que el otro.

9. ¿Pero no podría ahora también el pueblo actual -que cree en el Nuevo Testamento- levantarse razonando: “Oh Señor, ¿Por qué promulgaste en aquellos tiempos un Mandamiento mediante el cual, con el tiempo, a los hombres en la Tierra les fue otorgado un derecho de propiedad que hizo que aparecieran incontables ladrones, atracadores y asesinos? Por eso, ¡anula este Mandamiento, para que el ejército de ladrones asesinos y estafadores, más otro ejército formado de jueces mundanos, dejen de actuar, porque amos carecen de amor al prójimo, cada uno de su manera!”.

10. Os digo que esta petición no suena mal; pues, bajo aspecto crítico está realmente justificada».

«¿Cómo eso?», preguntan los visitantes.

«En primer lugar, como Dios que es lleno de sumo Amor, no se puede esperar otra cosa de Él sino el sumo Bien. Entonces, ¿cómo podría uno imaginarse que Dios, el Padre tan sumamente bueno de los hombres, hubiera querido darles una constitución que los tenía que hacer infelices, tanto temporalmente como eternamente?

11. Ante el hecho que a Dios hay que atribuirle la suma Bondad y la suma Sabiduría, y junto con esta la Omnisciencia completa tras la cual tenía que saber las consecuencias que este Mandamiento iba a acarrear, no se puede evitar la pregunta: “Señor, ¿por qué nos diste semejante Mandamiento con el que a tantos de nosotros nos hiciste tan infelices? ¿Fue esto realmente tu Voluntad? ¿O igual ni siquiera fuiste Tú quien nos lo dio sino que, posteriormente, los hombres mismos lo han intercalado a causa de su egoísmo, con la intención de separarse del conjunto de sus hermanos y en estas condiciones legítimamente acumular tesoros para que luego tanto más fácilmente puedan introducirse como señores nuestros?”.

Ved, todo esto no suena mal y nadie puede desmentirlo. Además, habrá que lisonjear al intelecto humano con algunos granos de incienso porque, a pesar de las tendencias en la época actual, al menos se ha tomado la molestia de examinar las Leyes de Moisés, aunque sea criticándolas.

¿Pero quién habrá ganado algo con toda esta crítica?

¡No los hombres ni tampoco el Señor, porque en esta crítica evidentemente no se manifiestan el Amor ni la Sabiduría divinos!

12. ¿Pero cómo interpretar esta Ley para que ante Dios y todos los hombres conste perfectamente sagrada - para que exprese el sumo Amor y la suma Sabiduría divinas, y para que sea manifiesto que implica el sumamente sabio cuidado del Señor que lleva a la bienaventuranza, tanto temporal como eterna?

Porque de la manera como estaba explicada hasta ahora -sobre todo en esta época actual- por supuesto, sólo ha podido introducir desgracia. Por eso, con la Gracia del Señor, vamos a descubrir el verdadero sentido de este Mandamiento, para que en adelante los hombres encuentren en él su Salvación y no su perdición.

Pero para conseguirlo, antes hay que saber qué, en realidad, hay que comprender por la expresión “robar”».


83. Lo que quiere decir “robar”

1. El guía continúa: «Que a principios bajo el término “robar” de ninguna manera se debía comprender el hurto arbitrario de los bienes materiales de otra persona, esto ya resalta claramente del hecho que entonces, más aún en la época de la legislación, nadie del pueblo israelita tuvo propiedad alguna. Incluso cuando el pueblo había emigrado al País de la Promisión, su constitución estatal estaba concebida de una manera que nadie en el país podía poseer una propiedad que, ante la ley, fuera suya.

De lo contrario: su constitución tuvo más bien como meta una comunidad de bienes, de modo que cada israelita necesitado -si por lo demás vivía de acuerdo con el Orden divino- por todas partes tenía que encontrar alojamiento y una buena acogida hospitalaria.

2. Si en este Mandamiento por “robar” realmente se hubiera debido entender el hurto arbitrario de bienes de otros, entonces, tras esta dilucidación detallada, todos reproches recaerían directamente al Legislador, dado que Él de esta manera habría favorecido tácitamente la adquisición, la industria y también la usura.

Pues, a cada uno que es capaz de pensar de manera algo más lúcida, le tiene que saltar a la vista: en cuanto se promulgue una ley por la cual el derecho de propiedad de cada uno evidentemente esté perfectamente garantizado, entonces el derecho de la propiedad consta como oficialmente introducido, perfectamente sancionado y confirmado.

3. Por otro lado, ¿cómo se podría atribuir semejante ley a aquel Legislador que por su propia boca dijo a sus discípulos: “No os inquietéis sobre qué comeréis ni sobre qué os vestiréis, porque todo eso es cosa de los paganos. Buscad ante todo el Reino de Dios, porque todo lo demás os será dado por añadidura” ?

4. Luego dice el mismo Legislador: “Las aves tienen sus nidos y las raposas tienen sus cuevas, pero el Hijo del hombre no tiene ni una piedra donde reclinar la cabeza” .

Por otra parte vemos que sus discípulos -incluso en un sábado- arrancaron espigas, es decir, evidentemente las “robaron”... Pero cuando los propietarios se quejaron de ello, ¿quiénes se llevaron la reprimenda severa por parte del gran Legislador? - Mirad en el Libro y todo os quedará claro...

5. En otra parte leemos que el mismo Legislador se encontró en una situación en la que tenía que pagar el peaje en un puesto aduanero. ¿Acaso sacó algo de un propio bolsillo? - ¡Oh no! Porque Él sabía muy bien que en el lago cercano había un pez que se hubo tragado una moneda perdida... Por eso Pedro tenía que ir allí y, manteniendo el pez con la Fuerza del Señor, le tuvo que sacarla de las fauces y con ella se pagó el peaje.

6. Ahora pregunto: Conforme vuestros derechos de propiedad, si alguien ha hallado algo sea como fuere, ¿tiene él el derecho de disponer de este bien? ¿No tenía que saber el gran Legislador -a no ser que hizo caso omiso- que de este bien sólo le pertenecía una de tres partes - y eso después de haber públicamente dado a conocer su hallazgo?

Eso Él no lo había hecho, con lo que en dos de tres partes evidentemente ha cometido un robo o, lo que es casi lo mismo, un desfalco...

7. Luego -dado que pocos judíos sabían Quién, en toda Plenitud, era Cristo- también se podría preguntar quién le había dado el derecho de quitar la burra a su dueño para servirse de ella según su parecer».

8. A eso dicen los visitantes: «Pues, Él era el Señor de toda la naturaleza y, de todos modos, todo pertenecía a Él».

«Esto es correcto, ¿pero cómo es posible que Él, en el sentido mundano, diga que el Hijo del hombre no tiene ni una piedra? ¡Y por otra parte dice que no ha venido a abrogar la Ley sino a consumarla!

9. Si nos pusiéramos a perseguir toda su historia, aún encontraríamos muchos acontecimientos donde -conforme a los principios del derecho de propiedad actuales y la explicación jurídica detallada del séptimo Mandamiento- el gran Legislador evidentemente ha violado estos principios del derecho.

En semejantes condiciones, ¿qué pasaría con aquel que a un propietario le destruyera un árbol o que le aniquilara una gran manada de cerdos?

Yo diría que ya tenemos ejemplos más que suficientes para que nos quede claro que el gran Legislador con este séptimo Mandamiento tenía un objetivo totalmente distinto de lo que en nuestra época fue maquinado por la humanidad codiciosa y egoísta».

10. «Esto, ahora, está más que evidente. Pero qué sentido intrínseco Él habrá combinado con todo ello, esto nos resulta todavía enigmático».

«¡Tened todavía un poco de paciencia!», responde el guía. «Porque como ya hemos dilucidado con esmero el concepto erróneo de este Mandamiento, tanto más fácilmente encontraremos ahora el sentido correcto de él; porque uno que ve por la noche no tiene que temer que durante el día le pueda faltar luz».

11. «Entonces, ¿cuál es el verdadero sentido de “no robarás”».

12. «El verdadero sentido es: Que nunca abandones el Orden divino, que nunca te apartes de él, y que nunca procures apoderarte de los derechos de Dios...».

13. «¿En que consisten estos derechos de Dios?», preguntan los visitantes.

«Únicamente Dios es santo y todo Poder le corresponde a Él», les responde el guía. «Si Dios mismo santigua a alguien y le otorga el poder, este lo posee legítimamente. Pero aquel que se santigua a sí mismo y usurpa el Poder divino para reinar en su resplandor de manera codiciosa y egoísta, él es verdaderamente un ladrón y un asesino.

14. De modo que aquel que arbitrariamente y por puro egoísmo se eleva sobre sus hermanos mediante medios ficticios, o mundanas o espirituales, él es el que infringe este Mandamiento.

En este sentido también se lo enseñan a estos niños de aquí, y les demuestran de manera práctica que ningún espíritu debe servirse nunca arbitrariamente de la Fuerza y del Poder que moran en él, sino siempre únicamente dentro del Orden divino».

15. «Pero viéndolo así, ¡entonces el “robo” conocido parece ser permitido!».

«¡Paciencia! En seguida esto os será aclarado. - De momento nos conformamos de saber qué hay que comprender por “robar” y que el Señor mediante este Mandamiento de ninguna manera ha promulgado un derecho de propiedad».


84. Indicaciones sobre la cuestión social

1. Los visitantes observan: «Como el Señor nunca ha introducido un derecho de propiedad y por lo tanto menos aún un Mandamiento que habría respetado principalmente todos los bienes acumulados por los muchos usureros avaros -y eso ante un sinnúmero de hombres que viven en la miseria- ¿no debiera ser permitido robarles a los usureros lo que han amontonado en contra de la Ley divina?

Pues, cuando se pilla a un ladrón, según las leyes mundanas se le quita las cosas robadas. ¿No se debería tanto más existir el derecho de quitar a los auténticos ladrones violadores de la Ley divina sus botines y repartirlos entre los necesitados?».

2. «En principio, conforme las conclusiones del mero raciocinio, no se puede decir nada en contra de tal pretensión», les responde el guía, «pero el hombre justo cobija fuerzas mucho mayores que su raciocinio. ¿Qué dirán estos sobre semejante conclusión del raciocinio?

3. Preguntemos a nuestro amor al prójimo... ¿Qué dice este en su ámbito interior más íntimo donde mora el Espíritu vivo proveniente de Dios? - Pues, no dirá otra cosa que el Señor mismo había pronunciado: “Mi Reino no es de este mundo”. - Y que aquel que ama su vida exterior perderá la interior; pero que el que rehuye la vida exterior y la menosprecia, guardará la interior...

Esto es lo que va a decir el Espíritu en el interior más íntimo.

4. En ninguna parte vemos una invitación que nos apoderásemos de los bienes de los ricos. El Señor mismo dice: “Dad a Cesar lo que es de Cesar”. Tampoco ordena al joven rico que se deshaga de sus bienes, sino sólo le da el consejo amical, junto con la promesa de la Vida eterna.

5. De modo que como por ninguna parte damos con un Mandamiento del Señor en que hubiera mandado explícitamente el apoderarse de las riquezas de los usureros, también queda claro que un verdadero cristiano no tiene el derecho de abalanzarse sobre los bienes de los ricos.

Incluso aquel que se encuentra en la mayor miseria, por parte del Señor no tiene ni el menor derecho patente que pudiera apropiarse de los bienes ni del ladrón más evidente - pero sí, un entero pueblo que se encuentra en un estado de emergencia tiene este derecho».

6. «¿Cómo eso?».

«Porque entonces el Señor mismo se encuentra actuando en el pueblo, causando de esta manera un juicio justo para los usureros insaciables.

¡Pero que nadie se atreva a asesinar a los usureros y los ricos de corazón duro, a no ser en extrema emergencia! Sino que el pueblo sólo les quite de sus bienes exuberantes lo que le hace falta para recuperarse y arreglarse, para que en adelante pueda ganarse su sustento de una manera pacífica.

7. Al usurero rico todavía hay que dejarle lo necesario que le permite que en el sentido mundano no sufra miseria, porque esto es lo único que le corresponde por su trabajo.

Pues, el Señor no quiere castigar a nadie, sino únicamente le quiere recompensar conforme a la clase de su actividad.

8. Como al rico y al usurero después de esta vida mundana ya no les espera nada, no es sino lo justo si le está permitido que su talento le produce su recompensa allí mismo donde ha trabajado.

9. Además, a nadie en este mundo el Señor le quiere juzgar rotundamente, para que a cada uno todavía quede la posibilidad de renegar libremente al mundo y retornar al Señor. Porque si a tal usurero rico se le quitara todo, resultaría ya totalmente juzgado; porque el desespero y una rabia implacable se apoderarían de él, con lo que nunca podría encontrar el camino para la salvación. Pero si todavía le quedan suficientes bienes, primero no tiene que sufrir miseria mundana y no está del todo privado de una recompensa que le ha producido su talento de ahorro. Y segundo, como aún no se encuentra en un estado de condena total, todavía puede hacer caso al consejo que el Señor había dado al joven rico, de modo que así todavía puede llegar a la Vida eterna.

10. Pero aun en las empresas más extremas de ninguna manera debe haber crueldades sangrientas por parte del pueblo profundamente empobrecido, porque cuando esto sucede, ya no actúa el Señor en el pueblo, con lo que la empresa del pueblo no será bendecida. Porque aunque hoy venciera, mañana sería vencido por otros, con lo que una sangre derramada se encontrará con otra.

¡Que el hombre nunca olvide que todos los seres humanos son hermanos! Lo que él emprende, ¡que siempre lo emprenda con el corazón lleno de amor! ¡Que nunca intente hacer daño a nadie, sino que siempre intente hacer únicamente el bien, sobre todo en el sentido espiritual - y esto le conducirá hacia la Vida eterna!

11. Si éste es su modo de pensar, entonces el Señor bendecirá su acción, pero de lo contrario la maldecirá. Porque si el Señor mismo nunca quiere ser el verdugo de nadie -a pesar de que todo Poder en el Cielo y en le Tierra son suyos y no tiene que pedir el parecer de nadie para hacer algo o para dejar de hacerlo- tanto menos un hombre en la Tierra debe hacer algo arbitrariamente, llevado por su voluntad malvada.

12. ¡Pero ay de aquel pueblo que sin necesidad extrema se levante contra los ricos y poderosos, porque será castigado severamente! Porque la pobreza es del Señor, y aquel que ama al Señor ama también la pobreza, mientras que la riqueza y el bienestar son del mundo y de Satanás. Quien anhela por lo que es del mundo y lo ama, se ha vendido al diablo de pies a cabeza.

13. Mientras un pueblo todavía pueda mantenerse, ¡que no se levante! Sólo cuando los ricos y usureros ya se han hecho prácticamente con todo, de modo que a miles de pobres evidentemente les amenaza la muerte por inanición, entonces para el pueblo ha llegado la hora de levantarse y de repartir los bienes redundantes de los ricos; porque entones es que así lo quiere el Señor: que los ricos -hasta cierto punto- estén castigados por su amor propio y su codicia infames».

14. «Aunque con estas aclaraciones el significado de este Mandamiento ya nos haya quedado claro», dicen los visitantes, «queda la pregunta si los intereses producidos por capitales prestados no son también una violación del séptimo Mandamiento».

«Ahí os digo: Si en un estado el tipo del interés está fijado por la ley, entonces también está permitido que se cobre intereses de los ricos por un capital prestado - siempre respetando el tipo del interés oficialmente establecido. Pero si alguien ha prestado un capital a un necesitado, ¡que no le cobre intereses!

15. Si el necesitado gracias al capital obtenido ha podido arreglar su oficio de modo que ya está bien situado, que ante todo procure devolver a su amigo el capital prestado. Si por gratitud quiere incluso pagar el tipo de interés fijado por el estado, que el financiero no lo acepte, sino que recuerde al antiguo deudor que, según pueda, conceda el importe a sus hermanos pobres.

16. Que nadie preste un capital a los muy pobres, sino que todo lo que uno les dé, se lo deje para siempre. Esto va conforme con la Voluntad del Señor, y todo aquel que actúa conformemente tendrá el Amor del Señor.

Ya que ahora todo lo que se refiere a este Mandamiento está tratado, podemos dirigirnos a la octava sala donde conoceremos un Mandamiento que en mucho sentidos parece a este séptimo.


85. Octava sala - octavo Mandamiento. La envoltura material - un medio que facilita la mentira

1. Ya estamos en la octava sala y, como en las anteriores, vemos el bien conocido tablón. En este está escrito claramente: “No darás falso testimonio”, lo que es lo mismo como: ¡No mentirás!

2. En el Reino de los espíritus puros este Mandamiento suena extraño, dado que un espíritu en su estado puro es incapaz de toda mentira. A un espíritu le resulta imposible hablar diferente a lo que piensa, porque el mismo pensamiento ya es su palabra. Por la misma razón el espíritu en su estado puro no puede pronunciar una mentira; pues, es un ser simple en que no cabe escondite íntimo alguno.

3. De modo que únicamente un espíritu impuro es capaz de mentir, si se envuelve en una materia. Pero una vez que esté librado de su envoltura basta, tampoco un espíritu impuro puede pronunciar una mentira.

4. Por esta razón los espíritus malvados se visten con las más diversas formas engañosas para que metidos en estas puedan mentir.

5. Por eso incluso en el Paraíso, ante la primera pareja humana, el Satanás bien conocido tuvo que presentarse en la forma material de una serpiente, para que así preparado con un escondite íntimo podía pensar de una manera y hablar de otra.

6. Por esta misma razón los hombres en la Tierra son capaces de mentir tanto como quieran, porque en el interior de su envoltura tienen un escondite desde el cual pueden manejar la máquina del cuerpo en un sentido incluso opuesto a lo que íntimamente están pensando.

7. De modo que esto a los espíritus puros les resulta imposible. Aunque estos, cuando se comunican a un hombre en la Tierra, pueden servirse de parábolas con las que frecuentemente pronuncian algo distinto de lo que representa el sentido íntimo de sus palabras. Sin embargo, en estos casos no se trata de mentir sino de poner la Verdad en imágenes mundanas que corresponden perfectamente a esta Verdad.

8. De todo ello vemos que este Mandamiento no sirve en absoluto para los espíritus, dado que estos carecen totalmente de la facultad de mentir».

9. «¿A quién, entonces, se dirige este Mandamiento? Porque fácilmente se podría decir que sólo está vigente para los espíritus envueltos en una materia, a los que manda utilizar su envoltura únicamente conforme están concebidos tanto sus pensamientos en un estado perfectamente espiritual, como también su voluntad que es una consecuencia de los pensamientos».

10. «Bueno, nosotros sabemos que este Mandamiento tanto como todos los anteriores provienen de Dios que es el Origen primario de todo lo espiritual. Siendo así, es imposible que este Mandamiento pueda solamente tener un significado material sin tener también uno espiritual.

11. Para averiguarlo habrá que discutir qué, en realidad, hay que entender por “mentir” o “dar falso testimonio”».

«Todo lo que sea una falsedad», responden los visitantes.

«Entonces, ¿qué es una falsedad?».

«Cada palabra que el hombre pronuncia para engañar a alguien es una mentira o un testimonio falso: exteriormente todo parece bien, pero no interiormente».

12. Para poner un ejemplo, el guía pregunta: «¿Es que la voluntad puede pensar? - Eso cada hombre lo tiene que negar; pues, tendrá que decir: “La voluntad es lo mismo para el hombre como el caballo para el carro; pues, el caballo tira al carro con mucha fuerza, ¿pero a dónde llevaría al carro sin el cochero racional?”.

13. Y otra pregunta: ¿Es que el pensamiento puede querer?

Volvamos pues al carro: ¿Es que cochero aun con el mayor intelecto puede poner el carro pesado en marcha sin la fuerza del caballo? - Cada uno dirá que incluso mil del los cocheros más despabilados que se encontrasen al lado del carro pesado, aun con sus pensamientos más destacados no podrían mover al carro de su sitio, mientras sus pensamientos más sublimes no lleguen a la conclusión que hay que colocar delante el carro una fuerza motriz adecuada.

14. Con este ejemplo queda claro que la voluntad no puede pensar y el pensamiento no puede querer. Aun cuando los dos están unidos, la voluntad sólo puede hacer lo que el pensamiento le impone.

15. Pero sigo preguntando: Si las cosas son así, ¿qué el lo que en el hombre puede mentir? La voluntad seguro que no, porque esta es algo que siempre se orienta por la Luz del pensamiento.

¿Es que el pensamiento puede mentir? Seguro que no, porque es simple sin tener escondites íntimos, con lo que no puede diversificarse.

¿Pudiera ser el cuerpo parte del hombre que puede mentir? - Realmente sería curioso enterarse cómo el cuerpo podría mentir, dado que por sí solo no es más que una máquina muerta que sólo a través de los pensamientos y la voluntad del espíritu -tras el alma- está animada para entrar en actividad.

16. Acabo de enterarme de un psicólogo de la clase de los dualistas espirituales que dice: “El alma del hombre es un ser racional consciente de sí misma que, en parte, piensa a base de imágenes naturales y, en parte, a base de imágenes espirituales. De modo que en ella pueden formarse muy bien dos clases de pensamientos: los naturales y los espirituales.

Por eso, íntimamente, el alma puede perfectamente pensar pensamientos espirituales; pero como al mismo tiempo la voluntad del espíritu está a su disposición, en vez de la Verdad o del pensamiento espiritual a pronunciar también puede pronunciar al pensamiento natural, totalmente opuesto a la Verdad espiritual. Si lo hace, por supuesto, miente o da un testimonio falso”.

Qué os parece esta conclusión, ¿es correcta o no?

17. Para el hombre exterior parece ser correcta pero, aun así, en el fondo del fondo está equivocada. Porque, ¿qué pasaría si para llevarse el carro, por delante se colocaría tantos caballos igual de fuertes como por detrás, y si también hubiera un cochero por delante y uno por detrás?

18. Igual que este carro nunca llegaría a moverse, lo mismo pasaría con la vida de un hombre si esta fuera basada sobre dos principios vitales opuestos. El resultado sería el mismo como uno menos uno, cuyo resultado es cero.

19. De modo que si sólo puede haber un solo principio, ¿cómo podría mentir y dar testimonio falso?

20. O sea que este principio único no puede mentir -como ya hemos constatado- o bajo el término de “mentir” o “dar testimonio falso”, hay que comprender algo totalmente distinto de lo que hasta ahora se ha comprendido».

21. «Si hubiera que tomarlo así, entonces todo lo que a nosotros nos está conocido como mentira, cada juramento en falso como cada engaño verbal, podría ser considerado como no pecaminoso y por eso usual y normal».

22. «Bien observado... Pero conforme a vuestro proverbio “quien ríe el último, ríe mejor”, vamos a dejarnos este placer para más tarde.


86. ¿Qué es un testimonio falso?

1. Para resolver este nudo gordiano de un solo golpe, vamos a proceder directamente a la explicación del término principal en este octavo Mandamiento.

2. Sabemos que por parte del Señor a cada espíritu fue dado una voluntad totalmente libre, de modo que también un pensamiento libre para la iluminación de ella. Este pensamiento en el espíritu, estrictamente hablando, es la visión y la Luz del espíritu, que le facilitan ver las cosas en su esfera natural.

3. Aparte de esta Luz que cada espíritu ha recibido individualmente de Dios, directamente, todavía tiene una segunda facultad de recibir una Luz muy íntima y sumamente sagrada de Él - pero no mediante su visión física, sino por el oído que en cierto sentido también es un ojo... Por supuesto, no un ojo para percibir apariencias exteriores que son productos de la Voluntad todopoderosa del Señor, sino que es un ojo para la recepción de la Luz puramente espiritual que proviene de Dios: la Palabra de Dios...

4. De esto ya os daréis cuenta por vuestra propia constitución natural, si tan sólo os fijáis de la diferencia de lo que percibís con vuestros ojos y lo que escucháis por vuestros oídos. Porque con vuestros ojos sólo podéis percibir imágenes naturales, mientras que con vuestros oídos podéis recibir irradiaciones desde la profundidad divina más íntima.

5. Podéis percibir el hablar de los espíritus en la armonía de los sonidos, o mejor dicho: ya por vuestros oídos físicos podéis percibir exteriormente, de manera material, las formas secretas de la Creación espiritual más interior. Ahí, ¡cuánto el ojo queda atrás del oído!

6. Ved, lo mismo pasa con el espíritu que, mediante este arreglo, es capaz de percibir de dos maneras: lo exterior en forma de imágenes y lo interior que es real y verdadero.

7. En esta percepción dupla basa el secreto de la libre voluntad.

8. Por esta facultad cada hombre -esté puramente espiritual o todavía envuelto con la materia- en su naturaleza se encuentra colocado entre lo exterior y lo interior. De modo que siempre puede ver un sinnúmero de formas exteriores, y al mismo tiempo puede acoger internamente la íntima Verdad puramente divina en la misma medida.

9. De todo lo que ve con la luz exterior no percibe sino la forma exterior, con lo que íntimamente -y precisamente porque percibe las formas- puede ser el creador de sus propios pensamientos.

10. Con estos pensamientos también puede activar su libre voluntad como y cuando quiera.

11. Si no aprovecha de aquel otro ojo -él de la Luz divina más íntima- y se conforma sólo con las formas exteriores o se interesa solamente por éstas, entonces es un hombre que evidentemente se engaña a sí mismo; porque mientras no pueda concebir las formas en toda su profundidad, para él seguirán siendo apariencias huecas.

12. Pero si un hombre, a la vez, también tiene la Luz interior por parte del Señor y, mientras quiera, también se fija de lo interior de las formas exteriores, pero finge y da de ellas un testimonio distinto del significado sublime que él ve mediante su ojo espiritual interior -que es el oído-, entonces es más que evidente que a las formas exteriores observadas les da un testimonio falso.

13. Con esto ya hemos tratado desde sus raíces qué, en el fondo, significa “dar un testimonio falso”. De modo que lo esencial es: el hombre no debe hablar diferentemente de la Verdad divina de lo que él la percibe en su interior.

14. En el interior más íntimo del hombre hay la siguiente relación: El Amor equivale a la Luz de la Verdad proveniente de Dios percibida íntimamente; y la Sabiduría equivale a la Luz que proviene de Dios, irradiada a todos los espacios eternos e infinitos.

15. Si alguien tiene el Amor y no lo aplica, sino con su visión exterior y su voluntad dividida acoge solamente los rayos irradiados hacia el exterior que cuanto más lejos más débiles se vuelven, entonces también él mismo se vuelve cada vez más débil. A causa de su expansión hacia todos los lados, desde el ángulo de vista espiritual, se hincha más y más, volviéndose cada vez menos sensible para la Luz íntima del Amor y de la Sabiduría provenientes de Dios.

16. Cuando se da este caso, el hombre se vuelve cada vez más diferente de Dios, con lo que con cada elemento de su ser da un testimonio falso al Ente divino cuya perfecta imagen debería ser.

17. De modo que aquel que oye la Palabra divina pero no le hace caso, sino sólo haca caso a lo que impresiona a su visión física y por lo tanto tienta a su voluntad sensual, él, con cada paso que da, con cada palabra que habla y con cada gesto de su mano da un testimonio falso. Él, aun si hablara alguna Verdad divina o la Palabra pura del Evangelio, estaría mintiendo y daría un testimonio falso del Señor; pues, no actuaría conforme a la Palabra y la Verdad.

18. Si alguien reza y cumple puntualmente con su devoción, pero no vive conforme a la Palabra del Señor, él es un mentiroso mientras esté encarnado. Su oraciones no son sino fórmulas hueras cuyo valor íntimo se pierde del todo porque él no se sirve de la Luz divina interior para alumbrar y animar lo interior de estas fórmulas exteriores.

19. Ahí pasa lo mismo como si alguien con sumo encanto mirase una estrella. ¿Qué le servirían toda contemplación y encanto si no puede verla desde cerca como un mundo maravilloso? Pues, él parecería a un hambriento ante un armario con pan que está cerrado. Aunque mirase el armario con toda añoranza y devoción, ¿acaso estas calmarían su hambre? ¡Seguro que no! Porque mientras no pueda morder lo interior del pan y tenerlo en su estómago, toda contemplación y veneración, y todo encanto ante la panera no le servirán de nada.

20. ¿Cómo, en su propio interior, se podrá abrir la panera de la verdadera semejanza a Dios, y saciarse? Consta que únicamente aplicando el remedio más íntimo: haciendo caso a la Verdad percibida de Dios y, de las formas vistas mirando hacia el exterior, acogiendo únicamente aquello que se necesita para entrar en actividad - y eso tras haberlo examinado en la Luz más íntima y tras haberse asegurado que todo ello está en perfecta correspondencia con lo más íntimo divinamente verdadero.

Mientras no sea así, todo lo que el hombre hace y emprende es un testimonio falso sobre la divina Verdad íntima, con lo que también es una mera mentira ante cada hombre.

21. Por eso dice el Señor: “Dios es Espíritu, y los que le adoran han de adorarle en espíritu y en Verdad ”, y: “Cuando ores, entra en tu cámara ”, y más: “No penséis cómo y qué hablaréis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir”.

22. En esta último enunciación, evidentemente, se trata de pensamientos exteriores que ya de por sí no son una Verdad porque no son sino pensamientos; pues, la Verdad está en lo más íntimo y es el móvil para la actividad conforme a la Palabra de Dios, y siempre se manifiesta antes de una siguiente torrente de pensamientos vanos.

23. Por eso, que cada uno haga caso a esta Verdad íntima y que actúe conforme a ella. De esta manera unirá sus pensamientos más y más activamente con esta Luz íntima, con lo que íntimamente establecerá una unión en la que alcanzará una semejanza divina en cuyo ámbito para siempre le resultará imposible figurar un mentiroso.

24. Aparte de todo esto consta que cada uno que habla diferentemente de lo que piensa y que actúa diferentemente de lo que habla y piensa es un mentiroso. Porque uno así ya está enterrado en la materia más bruta, porque quitó a su espíritu toda la forma divina.

En el mismo sentido explican también a estos alumnos de aquí el contenido más íntimo de este Mandamiento.

Y como esto ya lo sabemos, podemos proceder a la novena sala.


87. Novena sala - noveno Mandamiento

1. Ya nos encontramos en la novena sala, y de nuevo vemos uno de estos tablones redondos. En este está escrito:

2. “No desearás lo que es de tu prójimo, ni su casa, ni su buey o asno, ni sus tierras ni tampoco lo que crece en todas ellas”.

3. Si queremos analizar este Mandamiento, es evidente que tendremos que explayarnos en las mismas críticas que ya hemos formulado tratándose del sétimo Mandamiento. Porque también en este caso se habla de la propiedad y que no se debe desear lo que el uno o el otro en el ámbito exterior legalmente ha hecho su propiedad.

4. Vais a decir: “¿Cómo es posible que este Mandamiento haya sido dado al pueblo israelita en el desierto donde nadie tenía una casa, un buey o un asno, ni tierras cultivables?”.

¿Qué si tales propiedades del pueblo israelita existieron solamente en su imaginación? Pero entonces a lo sumo podría decirse: “Si tu prójimo se imagina de poseer algo de eso, entonces tú no debes imaginarte de poseer lo mismo”.

5. Bueno, yo diría que la inconsistencia de semejante mandamiento es más que evidente; pues, un mandamiento siempre tiene que tener la tarea de asegurar algo que tiene una realidad palpable, donde una pérdida perjudicaría a cualquiera.

Pero lo que un arquitecto de castillos en el aire pierde si otro arquitecto de la misma especie realmente tuviera la impertinencia ilegal de construir castillos en el aire parecidos a los del otro, yo diría que para evaluar el daño causado aún no hay balanza de precisión inventada.

Aunque según alguna secta en la Tierra el arcángel Miguel debe tener balanzas de todo tipo, me fío que una de tanta sensibilidad ni él la tendrá.

6. Todo eso sólo os lo indiqué para manifestar la absurdidad de una propiedad imaginaria. Dado que las cosas son así, ¿para qué, entonces, el noveno Mandamiento que de ninguna manera puede tener como objetivo el asegurar la propiedad de nadie, dado que nadie tiene propiedad alguna de algo que el otro, según el Mandamiento, podría desear?

7. Alguien podría decir: “El Señor veía venir que los hombres, con el tiempo, iban a introducir un derecho de propiedad. Por eso ha promulgado este Mandamiento de antemano”.

Eso sí que sería un disparate, porque semejante juicio sería un gran desprestigio del Amor y de la Sabiduría divinos.

8. El Señor que a cada hombre desaconseja acumular bienes en la Tierra y para quien cada riqueza mundana es un horror, ¿acaso Él pudiera haber decretado un Mandamiento para favorecer a la codicia, al amor propio, a la usura y la avaricia - un Mandamiento que inevitablemente despertaría la envidia mutua?

9. Me parece que ya no hace falta perder más palabras acerca de este asunto, porque la absurdidad de semejante exégesis es más que evidente.

10. Para que incluso al más ciego el asunto quede claro, pregunto a cada jurista instruido: Al principio, ¿en qué se basó el derecho de la propiedad? ¿Quién otorgó al primer hombre el derecho de propiedad de alguna cosa?

Supongamos que una docena de emigrantes se dirige a una región todavía deshabitada. Encuentran lo que buscan y se asientan. ¿A base de qué documento de propiedad podrán asentarse en tales tierras como propietarios legítimos?».

11. «Se supone que quien llega primero tiene el derecho de la propiedad».

«Bueno», responde el guía a los visitantes. «Pero ¿quién de los doce emigrantes tiene más y quién tiene menos derechos sobre las tierras encontradas?».

«Estrictamente hablando, el mayor derecho tendrá o aquel que indujo a los demás a la emigración, o aquel que desde la cubierta del barco primero gritó: “¡Tierra a la vista!”».

«Bueno, pero si estos no le hubieran acompañado, seguro que tampoco él habría emigrado. Lo de tener una vista mejor que la de los demás, ¿qué mérito tiene esto ante sus compañeros? ¿Acaso este privilegio justifica que los demás tengan desventajas? Esto sería un juicio más que injusto. Con lo que se supone que todos los doce tendrán que tener el mismo derecho de propiedad sobre estas nuevas tierras encontradas.

12. Luego, ¿qué tendrán que hacer para realizar su derecho de propiedad? Tendrán que dividir las tierras en doce partes iguales. ¿Quién no ve que ahí se presentarán las primeras disputas?

Porque seguro que el A dirá al B: “¿Por qué voy a conformarme con unas tierras que evidentemente son peores que las tuyas?”.

Y el B, por la misma razón, le va a contestar: “¡Yo no veo por qué cambiar mis tierras contra las tuyas!”.

De esta manera nuestros doce emigrantes podrán continuar argumentando durante diez años y no encontrarán una manera de repartición con la que todos estarían de acuerdo.

13. Pero si los doce se ponen de acuerdo y declaran todas las tierras propiedad común, ¿acaso podría establecerse entre ellos una ley que garantiza la propiedad? ¿Acaso el uno puede quitar algo al otro cuando todas las tierras son de todos, y de lo que estas producen cada uno puede servirse con lo que necesita - sin pasar cuentas a nadie?

14. Aquí se ve que no es tan fácil imaginarse la muy primera introducción de un derecho de propiedad. Esto ya lo veis fijándoos en vuestro propio país donde, por ejemplo, los monjes de cualquier monasterio, en cierto sentido fueron los primeros colonos de una región.

Si ellos hubieran podido arreglarse con una repartición de manera que todos la hubieran aprobado, seguro que entonces no habrían introducido la propiedad común.

15. De modo que podemos hacer lo que queramos, por ninguna parte podemos encontrar los primeros rastros de un derecho de propiedad.

Y si muchos insisten terminantemente sobre su derecho de propiedad, me pregunto si a los que vienen después habría que matarlos nada más nacer o dejarlos que mueran lentamente de hambre... o si habría que echarlos de la región en cuestión... o si habría que entregarlos a los terratenientes, para bien o para mal... además, el noveno Mandamiento cae encima de los pobres que tienen que respetar el derecho de propiedad de los terratenientes...

16. Ahí se podría preguntar con qué derecho tal descendiente, nada más nacer, ante los terratenientes podría ser convertido en un chivo emisario, mientras que los muy primeros nunca podían pecar en el sentido del Mandamiento... ¿Dónde está el jurista que podría confirmar la legalidad de tal arreglo? Yo diría que para confirmar algo parecido el abogado tendría que ser Satanás mismo, porque un hombre racional más o menos justo nunca sería capaz de algo así».

17. Dicen los visitantes: «Se supone que entre los primeros colonos de un país, por supuesto, no habrá un derecho mutuo de propiedad, sobre todo cuando entre ellos hayan consentido en un derecho de propiedad común. Pero entre diferentes colonizaciones que son las primeras formaciones de estados, seguro que tendrá que introducirse un derecho de propiedad, una vez que entre ellos mutuamente hayan reconocido su existencia».

18. «Bueno», dice el guía, «pero entonces cada colonización debe atestiguar su derecho de propiedad original. ¿Cómo le resultaría esto posible ante el hecho de que por parte del Señor tiene un derecho de usufructo, pero ni mucho menos uno de propiedad?

19. El derecho del usufructo basa en lo que requieren el estómago y la piel. Pero ¿en qué se manifiesta el derecho de propiedad, sobre todo teniendo en cuenta que cada hombre, sea natural o forastero, con su estómago y su piel documenta el mismo derecho divino de usufructo como el nativo?

Si uno afirma que el derecho de propiedad basa originalmente en el derecho del usufructo, entonces esto tiene que abolir todo derecho de propiedad particular, porque cada uno tiene el mismo derecho de usufructo. Y si montamos la cosa el revés, entonces no podremos decir otra cosa que el antiguo proverbio: “Potiori jus”, lo que significa lo mismo como: “Mata a tantos propietarios de derecho de usufructo como hacen falta para que a base del poder de tus puños hayas conseguido tanta tierra como necesites”.

20. Y en este sentido, si aún se presentan algunos propietarios del derecho divino de usufructo con ganas de disputarte tu propiedad ganada con tus puños, mátalos a todos o, por lo menos, colócalos en tu propiedad como súbditos contribuyentes, para que con el sudor de su frente puedan trabajar para ti y tú puedas concederles un derecho de usufructo conforme a tu parecer...

21. La guerra, en realidad, ¿qué es? No es sino un golpe violento para quitar al hombre su derecho del usufructo para luego, también a la fuerza, proclamar el derecho de la propiedad... lo que resulta en abolir el derecho divino para reemplazarlo por uno infernal...

22. Entonces, ¿quién podría esperar que Dios iba a emitir una ley que iba a abolir la antigua divina del derecho del usufructo que se manifiesta claramente en la naturaleza de cada hombre, reemplazándola con toda autoridad y todo vigor divinos por una ley infernal de derechos de propiedad?

Yo diría que no puede haber algo más absurdo que esto.

23. De ahí resalta con toda claridad que este noveno Mandamiento tiene que tener otro sentido que aquel que los hombres le dan; pues, estos no ven en él sino la protección de la propiedad.

Además, siendo una Ley divina, también tiene que ser válida en todos los Cielos, dado que se basa en el Orden divino... Pero en los Cielos, ¿dónde podría alguien tener como propiedad casas, bueyes y campos?

En el Cielo todos disfrutan del derecho de usufructo, y únicamente el Señor tiene el derecho de propiedad...

Por eso, en seguida, pasaremos a la verdadera explicación de esta Ley».


88. Más reflexiones sobre el noveno Mandamiento

1. El guía continúa: «Antes de presentaros definitivamente el significado del noveno Mandamiento, aún conviene anticipar algunas observaciones, para que de esta manera a muchos juristas voraces y sumos eruditos defensores de derechos humanos les cerremos la boca. Porque estos fácilmente podrían deducir el derecho de propiedad desde un derecho de recolección de lo que fuera; con lo que al menos nos complicarían el asunto.

2. En fin, no se puede negar que antes de obtener un derecho de usufructo cada uno tiene que tener el derecho de recolección. Porque antes de que alguien pueda prepararse algo, tendrá que ir a buscarlo y recogerlo con sus manos y su esfuerzo; de lo contrario no podrá servirse de su derecho de usufructo. Consta que si alguien quiere morder una manzana, antes tendrá que recogerla del árbol o del suelo.

3. Para la confirmación del derecho de recolección cada uno puede presentar varios certificados divinos. El primero son los ojos mediante los cuales se puede ver dónde hay algo. El secundo son los pies con los que se puede mover allí donde hay algo. El tercero son las manos con las que puede alcanzar y servirse de algo.

De modo que ya por estos justificantes el hombre, por parte de Dios, tiene el derecho primario de recolección, lo que es su propiedad indisputable.

4. Tal vez alguien va a decir: “Entonces, ¿no será lo recolectado plena propiedad de aquel que lo buscó, de acuerdo con su derecho divino de recolección, para que pueda servirse de ello?”.

Ahora nos encontramos ante la cuestión si otro hombre tiene el derecho de extender la mano por aquello que su prójimo ha recolectado, porque se diría que un derecho justifica al otro...

Si por parte del Creador tengo el derecho natural del usufructo que se manifiesta en el estómago y en la piel, entonces también tengo que tener el derecho de recolección, porque sin este no puedo aplicar el derecho del usufructo.

5. En fin, ¿para qué me sirve el derecho de recolección, si este no me garantiza el mordisco que me llevo a la boca? Porque si alguien tiene el derecho de quitarme la manzana de la mano porque él es demasiado perezoso para buscarse una del manzano, entonces es evidente que tendré que perecer junto con mi derecho del usufructo y morirme de hambre...

6. De modo que es imprescindible que el derecho de recolección al menos pueda exigir que haya un derecho de propiedad sobre aquello que ha recolectado, porque de lo contrario un derecho de usufructo no sería imaginable.

7. Con el derecho de recolección está vinculado un derecho de “preparación y de elaboración”. Si no me fuera permitido considerar como propiedad mía todo lo que he preparado y elaborado, entonces toda mi energía sería inútil; además, siempre sería obligado a comerme los comestibles crudos y a andar desnudo.

Y si me confecciono una prenda y otro que es demasiado perezoso para hacer lo mismo me la quita por su derecho de usufructo, pregunto: ¿En qué me quedaré yo con mi derecho de usufructo?

8. Si vivo en una región muy fría y por eso, disfrutando del derecho que me permite recolectar y elaborar, me construyo una casa sin tener un derecho de propiedad, entonces cualquier gente podrá echarme de ella y aprovechar de su derecho de usufructo en mi lugar.

9. De ahí se ve claramente que al hombre que ejerce una actividad, junto con el derecho natural de adquisición, le tiene que ser concedido un derecho prioritario de propiedad porque, estrictamente hablando, sin tal derecho de propiedad ninguna sociedad humana sería realizable ni imaginable.

10. Ante el hecho que el derecho de recolectar y elaborar es perfectamente válido, también la tierra en que he sembrado o plantado e injertado un árbol tiene que ser a mi disposición legal, como prerrogativa de propiedad.

11. Continúo preguntando: Al principio de la formación de una colonia, ¿quién se responsabiliza de tal arreglo? Esto tiene una respuesta muy fácil: Los colonos eligen a un hombre de sus filas que es exento de toda codicia y a la vez muy sabio. En las manos de este ponen los derechos de la repartición y de la concesión de la prerrogativa de una propiedad, con lo que todos bajo juramento mutuo consienten en la observancia de sus decisiones.

En consecuencia, cuando el uno o el otro quiere oponer reparos, los demás amantes del orden le remitirán a la observancia de la decisión del jefe que tomará medidas que dependerán del grado de su rebeldía.

12. Ahí, ¿quién no ve a la primera vista cierta sumisión y la primera fundación monárquica de un estado? Y a la vez, cada uno verá que en cuanto los derechos de recolección, de adquisición y de elaboración estén sistemáticamente vinculados con la prerrogativa de un derecho de propiedad, nadie podrá ser limitado en los derechos de recolección, de adquisición y de elaboración que le están atribuidos.

De lo contrario: Al jefe en función le importará mucho el estimular a los pobladores que con mucha diligencia recolecten y elaboren lo que las tierras les produzcan; porque cuanto más cosechen, tanto más provecho sacarán de la prerrogativa del derecho de propiedad que les está atribuido.

13. Una vez que este derecho de propiedad esté introducido, esto requiere automáticamente el derecho de su protección; porque sin este derecho ninguno de los poseedores es propietario legal de la propiedad atribuida por el jefe.

14. Pero este derecho de protección requiere una medición correcta de la propiedad. Una vez que estén marcados los límites, cada propietario puede servirse del derecho de protección y defender su propiedad.

15. Consta que este derecho de protección no es posible sin los vigilantes correspondientes. De modo que hay que colocar guardias que tienen el derecho ilimitado de defender los lindes de cada uno, para lo que deben tener el derecho de ejecución, es decir, el derecho de castigar. Y ¿quién les va a dar órdenes? Por supuesto, nadie más que el mismo jefe que dirige toda la colonia.

16. De modo que aquí ya tenemos la formación inevitable del género militar y a la vez la consolidación del poder ilimitado del jefe que mediante los guardias ya puede sancionar sus mandamientos.

17. Una vez que hemos llegado a esta conclusión, ¿quién podría todavía oponerse y pretender que las actuales constituciones de los estados no basen en esta Ley divina? Es posible que a un crítico todo esto le parezca bien, sólo que aún no puede reconocer un derecho preeminente de propiedad del monarca...

Pero os digo que habiendo comprobado todo lo anterior -lo que fue bastante más difícil- también lograremos a comprobar el derecho de propiedad global de un monarca. - Ya veréis.

18. Una vez que tras la sabiduría del jefe todos han conseguido su derecho de propiedad, y para la defensa de los colonos el jefe está provisto continuamente de una guardia en condiciones de operar, diría yo que el jefe tiene un doble derecho de declarar:

19. “Como mediante mi sabiduría me he preocupado de vosotros, me elegisteis como jefe porque me reconocisteis como el menos egoísta de entre vosotros.

Repartí las tierras entre vosotros, de manera justa, y ahora protejo vuestra propiedad con mi sabiduría y la guardia sabiamente dirigida. Pero tras mi modestia me he olvidado totalmente a mí mismo. Por lo que vais a reconocer que -si necesariamente también en adelante estáis interesados en mi sabia dirección- no puedo vivir simplemente del aire. Porque entonces, ¿qué me va a servir de sustento? Para recolectar no tengo tiempo, porque aplico todo mi tiempo administrando y tomando medidas para la protección de vuestras propiedades.

20. De modo que reconoceréis que un colaborador fiel también merece su recompensa. Por eso doy la orden que entre vosotros os arregléis para que a base de vuestras provisiones protegidas me preparéis un sustento. Esto os lo puedo exigir tanto más que la conservación de vuestro mutuo derecho de propiedad depende directamente de mi propia existencia.

Además, también hay que mantener la guardia que asegura vuestra propiedad, porque esta no tiene tiempo para trabajar, dado que tiene que mantener el orden en vuestros confines.

21. La cuestión de vuestro propio bien tiene que haceros conscientes que, al contrario de vosotros, yo y la milicia estamos sin ingresos. Por eso, para aseguraros de vuestro propio bien, cada uno de vosotros tendrá que dignarse a pagarme ciertos impuestos”.

22. A todos los colonos esta demanda manifestada les parece justificada, con lo que están dispuestos a contribuir. De esta manera el jefe ya ha formulado su derecho de copropiedad ante todos los colonos.

23. De ahí sólo hay un pequeño paso al derecho supremo de propiedad... Sólo hace falta que el jefe diga: “Mis queridos colonos. Ya os habréis enterado que enfrente de nuestra colonia se ha establecido otra.

Para protegernos de ella, tendréis que concederme el derecho ilimitado en todo. De modo que como vuestro jefe, en el caso de emergencia, debo figurar como propietario global de vuestra propiedad, para que en tal caso pueda fortificar las fronteras exteriores según mi sabia comprensión. Con lo que en el nombre de todos vosotros debo tener el derecho de actuar en vuestro bien. Y, caso que los otros son más poderosos que nosotros, debo tener el derecho de negociar convenientemente con ellos.

24. Luego, como colonos que precisan de mi dirección, también tenéis que reconocer que yo como vuestro jefe preciso de una residencia fija en vuestro medio. Pero esto aún no es todo, porque alrededor de mi residencia también hacen falta cuarteles en cantidad justa para la guardia que está bajo mis órdenes. Con otras palabras: Tenéis que prepararme una residencia, en vuestro medio, en la que estoy a salvo de agresiones del exterior como posiblemente también de vosotros mismos”.

25. Aquí vemos con toda claridad cómo el monarca se manifiesta como propietario global de un país. Pero esto no es todo, porque él mismo dice al pueblo:

26. “Queridos colonos, ya os he explicado la razón irrefutable por qué hace falta la edificación de una residencia para mí. Además, como nuestro territorio está muy extendido, me resulta imposible que en todas partes me pueda preocupar personalmente de todos los asuntos. Por eso voy a someteros a un examen y a los más sabios de vosotros os colocaré en todo el territorio como funcionarios públicos y representantes míos.

Y para el bien de toda la comunidad cada uno debe la misma obediencia a estos representantes como a mí.

27. Si alguna vez alguien tiene la impresión que uno de mis representantes le ha causado una injusticia, entonces siempre tendrá el derecho de presentarme su queja directamente a mí, y puede estar seguro que, conforme las circunstancias, hallará toda justicia. Al otro lado, en vuestro propio bien y para prevenir toda clase de querellas, me tenéis que dar la fiel promesa que sin la menor réplica os sometéis a mi sentencia definitiva. Para el caso contrario todos tenéis que consentir en mi derecho incuestionable de castigar a cualquiera que se opone a mi sentencia definitiva, para obligarle a respetar mi voluntad.

Sólo cuando todo esto esté establecido en todo orden, seréis un pueblo verdaderamente afortunado”.

28. Aquí vemos un segundo paso derivado del primero anterior: el paso n°01 para la autocracia, y el paso n°02 para la propiedad global de todo el territorio.

De esta manera hemos expuesto incuestionablemente la primera razón que basa absolutamente en la naturaleza de las cosas - razón que se podría considerar como necesariamente derivada de las necesidades de la sociedad humana.

Aun así, alguien podría decir: “Todo esto está ya naturalmente justificado como cada hombre precisa los ojos para ver y los oídos para oír”.

Bueno, nosotros miramos a los colonos todavía poco cultos y vemos que, en realidad, están muy activos y sumisos a su jefe.

29. Pero precisamente llevados por esta sumisión los colonos empiezan a tener cada vez más miedo de su soberano, y pronto empiezan a preguntarse: “¿Qué puede ser la razón por qué entre todos nosotros solamente este hombre es tan despabilado y que nosotros ante él figuramos como auténticos catetos?”.

Esta pregunta que a primera vista parece insignificante no deja de tener una gran importancia, porque llama la atención a la autocracia intocable y a la propiedad global de un monarca. Todo esto os parecerá extraño, pero sólo un poco más de paciencia y en seguida veréis todo en otra Luz».


89. El sentido intrínseco del noveno Mandamiento.

1. «Veis», continúa el guía, «hasta ahora hemos visto como todo esto se desarrolló a partir de una base natural. Pero lo que hasta ahora todavía faltaba es una sanción divina superior, único remedio mediante el cual el hombre natural de la Tierra -sobre todo en su estado primitivo- está llevado a la observación absoluta de todo aquello que por su soberano le fue impuesto como obligación.

2. Cuanto más, desde el principio, tal monarca “primitivo” guía a su pueblo sabiamente y cuanto más el pueblo por su éxito está convencido de que él es realmente sabio, tanto más todos se preguntarán: “¿De dónde este habrá recibido su sabiduría y nosotros nuestra ignorancia?”.

Pues, el pueblo aún sabe poco o nada de Dios, mientras que el sabio regente ya tiene cierto concepto de Él.

3. Cuando el pueblo de esta manera en gran parte ya está ordenado en el sentido natural, ¿qué tiene que hacer el regente si semejantes preguntas de todas partes llegan inevitablemente a sus oídos? Él reúne a los más aptos para anunciarles un Ser supremo, un Ser que ha creado todo y que guía todo. Y a los encuestadores los informa que, para el bien de ellos mismos, ha recibido su sabiduría constructiva directamente de este supremo Ser.

Al tratarse de un pueblo con una fe muy dispuesta, le resulta fácil el convencerlo de la existencia irrefutable de una suprema Divinidad que todo crea, mantiene y guía, y que esta Divinidad dota con sabiduría profunda exclusivamente a aquel al que ha previsto para la dirección bienaventurada de un pueblo; lo que dice lo mismo como por la Gracia de Dios o, como con los romanos: Favente Jove.

4. Una vez que este paso esté dado, el autócrata y propietario global está perfectamente instalado, y eso de manera totalmente segura - sostenido por la poderosa necesidad natural y por la necesidad espiritual aún más poderosa.

5. El que ha seguido estas explicaciones con toda atención, finalmente tendrá que decir: “Es verdad que a todo esto no hay nada que objetar, porque todo está vinculado intensamente con los primeros derechos naturales de cada hombre, de los cuales no se debe cortar ni el menor vinculo, porque esto destruiría una sociedad humana hasta en su fundamento más íntimo. Si ahí uno quitara lo que fuera, en seguida el defecto se manifestaría en los primeros principios naturales de cada hombre.

6. Si las cosas son así, entonces queda más que claro que el Señor del Cielo y de la Tierra con el noveno Mandamiento no quería sino asegurar la propiedad determinada para el mantenimiento de los primeros principios del derecho natural. De modo que detrás de este Mandamiento no puede ocultarse otro sentido que el que estas palabras determinan.

7. Porque si se quisiera o pudiera atribuir a este Mandamiento cualquier otro sentido, entonces se anularía la base principal del derecho natural de la primera sociedad civil que está sancionado por un supremo Ser...

Una vez que el derecho de la propiedad estuviera anulado, este anularía inevitablemente también los antiguos derechos de cada hombre, con lo que nadie ya podría recolectar ni fabricar nada, y el hombre llevaría una existencia peor que un animal...

De modo que se ve que con la anulación del sentido literal de este Mandamiento ya se quitaría de antemano cualquier jefatura que pudiera guiar a los hombres, y que la humanidad se encontraría en un estado natural caótico inferior a aquel de la fauna”.

8. Queridos hermanos y amigos, ¡así es!

Hasta ahora hemos visto que tras la presentación del sentido espiritual interior el efecto justo del sentido exterior natural no fue restringido en absoluto. También hemos visto que a causa de la ignorancia del sentido interior de los Mandamientos dados frecuentemente estos no están observados.

9. Pero cuando el sentido interior de un Mandamiento está reconocido, entonces su observación natural se produce automáticamente, parecido como cuando alguien deposita una buena semilla en un buen suelo; porque entonces la planta fructífera se desarrollará ella sola, sin la interferencia del hombre que de todos modos no lleva a nada.

10. Lo mismo se da en el caso de este Mandamiento. Si el hombre, en su interior, reconoce y observa su sentido intrínseco, entonces lo exterior -lo del sentido literal- de por sí solo resulta conforme al Orden divino. Si uno está solamente apegado al sentido exterior literal, anula todos los derechos antiguos del hombre. Los regentes se vuelven tiranos y los súbditos se vuelven avaros y usureros. La piel de los humildes resulta fijada en los tambores del militar y los súbditos bondadosos se vuelven juguetes y herramientas de los poderosos y usureros astutos.

11. Las consecuencias son sublevaciones, revoluciones, y golpes de estado; y en consecuencia hay guerras sangrientas, hambre, pestilencia y muerte.

12. ¿Y cuál es el sentido del texto tras cuya observación todos los pueblos tienen que encontrar su indestructible bienaventuranza temporal y eterna?

13. En pocas palabras este texto es así: “Respetaos mútuamente, llevados por verdadero amor al prójimo. Nadie envidie al otro si este ante Mí, el Creador, encontró más Gracia a causa de su amor elevado. Que este agraciado de todas las ventajas que ahí le resulten también favorezca a todos sus hermanos, tanto como posible. De esta manera fundaréis una sociedad eterna que nunca podrá ser destruida por poder alguno”.

14. Ante esta presentación del Mandamiento, ¿quién no reconoce a la primera vista que tras su observación correcta no se interfiere ni por un pelo en su sentido literal? Y si uno observa este Mandamiento de manera espiritual, ¡qué fácil resulta entonces su observación en el sentido natural! Porque aquel que respeta a su hermano en el corazón, también respetará todas sus pertenencias. Tras la observación espiritual de este Mandamiento también se previene a toda usura y todo afán de acumular bienes - los que únicamente en el sentido exterior literal encuentran su legitimidad sancionada.

Con un pequeño ejemplo este asunto os quedará aún más claro...


90. La bendición de una limitación sabia

1. Ni en todo esto ni en el mismo Mandamiento figura que en el sentido espiritual tanto como en el natural sea pecaminoso si alguien que ha recolectado o fabricado algo con sus propias manos también se quede con ello. De lo contrario, figura que su vecino no tiene el derecho de disputárselo, con lo que en ello está garantizado el derecho de la propiedad legítimamente obtenida.

2. Y lo que sí figura en todo lo dicho tanto como en el Mandamiento: a cada uno está ordenado observar una sabia limitación en su derecho de recolección. Que el Mandamiento persigue esto en el sentido natural e incluso ya a partir del Orden divino, esto ya se deja probar del derecho de propiedad innato a cada hombre.

¿Cómo? Esto lo veréis en seguida.

3. ¿Qué es lo que requiere el primer competente de un derecho en el hombre que es su propio estómago, en medida justa? Seguro que cada uno que come de manera frugal lo puede determinar exactamente. Supongamos que cada consumidor frugal necesita unas tres libras de comida al día, de modo que poco cuesta calcular cuántas libras resultan al año. De modo que esta cantidad corresponde a la necesidad natural del hombre.

Esta es la cantidad que él puede recolectar para él mismo durante todo el año. Si tiene mujer e hijos, puede recolectar para cada uno la misma cantidad, y habrá actuado perfectamente dentro de su derecho natural innato.

A un consumidor fuerte que tiene que ejercer trabajos muy pesados le sea consentido recolectar la doble cantidad.

4. Si por todas partes esta regla está observada correctamente, nadie en el mundo tendrá que pasar apuros. Porque por parte del Señor los terrenos fructíferos de la Tierra están concebidos de tal manera que con una repartición adecuada de las tierras -si estas están labradas convenientemente- doce mil millones de personas podrán encontrar suficiente comida para su sustento.

Pero actualmente no viven mucho más que mil millones hombres en la Tierra , de los cuales unos setecientos millones sufren hambre.

5. ¿A qué se debe esto? - Las condiciones de esta Ley divina -que está fundada en la naturaleza de cada hombre- no están puestas vivamente en práctica...

6. ¡Pero continuemos!

Se puede fácilmente apreciar el tamaño de una persona y cuánto precisa para cubrir su piel. Teniendo en cuenta las diferentes estaciones, que a cada persona sea permitido procurarse ropa cuádrupla - una medida justa para satisfacer de manera natural las necesidades en ropa; esto en lo que se refiere a la ropa exterior, mientras que para ropa interior sea consentido cuatro veces más para poder cambiarla frecuentemente por causa de la higiene.

7. Si estas reglas son observadas, en todo el globo terrestre ya no habrá gente desnuda. Pero si en toda la Tierra se establecen enormes fábricas de telas que, por la fuerza, compran la materia prima a precios vergonzosos para fabricar de ella grandes cantidades de ropa más bien lujosa que útil y la venden a la humanidad necesitada a precios exuberantes... y si luego mucha gente de bien -sobre todo las mujeres- en el transcurso de diez años se proveen con tanta ropa que la pueden cambiar más de cien veces, entonces la regla natural sufre una gran violación.

¡Pero continuemos!

8. ¿Qué dimensiones tiene que tener una casa para albergar un par de hombres con su familia y su servidumbre necesaria, para que en ella puedan vivir modesta pero cómodamente? Salid al campo y veréis que para un alojamiento adecuado y cómodo no hacen falta castillos o palacios con cien habitaciones.

9. Todo lo que pasa estos límites es en contra del Orden de Dios y en contra de su Mandamiento.

10. ¿Qué tamaño tiene que tener un terreno? Partamos de un suelo de mediana productividad de unas mil brazas cuadradas . De este, labrándolo con un mínimo de aplicación, se podrá sacar un sustento más que suficiente para una persona por todo un año. Si el suelo es muy fértil, la mitad de este terreno será suficiente, y si es malo, se podrá contar con el doble. Conforme cuántas personas hay en una casa, tantas veces mayor podrá ser la superficie que este grupo de personas puede tomar como propiedad conforme el derecho natural. Como no queremos ser mezquinos prevemos el doble de esta superficie, y eso con el consentimiento de Dios.

Si se repartiera las tierras conforme esta fórmula, entonces, sobre el globo terráqueo, podrían obtener fácilmente siete mil millones familias su propiedad perfectamente asegurada.

11. Pero hoy en día sólo hay unos cuantos terratenientes que poseen la mayoría de las tierras, mientras que el pueblo común que no tiene ni la menor propiedad propia las tiene que arrendar, con lo que la mayoría del pueblo no tiene ni una piedra propia sobre la que pudiera descansar su cabeza.

12. De modo que cualquiera que posee más de lo que conforme a esta regla le corresponde, se ha apropiado de ello ilícitamente, violando la Ley divina y la natural, con lo que está pecando continuamente contra este Mandamiento. La única manera para absolverle de este pecado es, si se muestra muy generoso y si se considera más bien un administrador de sus propiedades exuberantes, aprovechándolas para sustentar un número justo de necesitados.

En la segunda parte de la presente observación vais a ver cómo esto está establecido en este Mandamiento.


91. ¿Quién peca contra el divino Orden primario del noveno Mandamiento?

1. El noveno Mandamiento expresa palpablemente una sabia limitación del derecho de recolección y elaboración. Si al mismo tiempo observamos las reglas de la propiedad original, entonces vemos con toda claridad que el noveno Mandamiento nos señala precisamente esta limitación, dado que explícitamente prohibe desear aquello que es propiedad “de otro”.

2. Entonces, ¿qué es lo que es del otro?

Del otro es justamente aquello que del suelo -creado por el Señor para el sustento de los hombres- a base de su derecho natural le corresponde en la medida que le exigen sus necesidades.

De modo que aquel que recolecta y elabora más de lo que le permite esta medida, él peca realmente contra este Mandamiento, dado que tan sólo ya la avidez por más está considerada como pecaminosa.

3. Pero también el zángano peca contra este Mandamiento porque es demasiado perezoso para ejercer su antiguo derecho de recolectar de una manera justa; pues, se deja llevar por sus ganas de apoderarse de aquello que otros han recolectado o elaborado legalmente.

4. De modo que vemos que se puede infringir de dos maneras contra este Mandamiento: primero por un afán exagerado de recolectar y de elaborar y, segundo, por completa ausencia de él, con lo que el Mandamiento aprueba el entremedio justo. En estos dos casos las mismas palabras de este Mandamiento señalan que, con amor, hay que respetar las necesidades naturales del prójimo».

5. «Aquí se podría objetar lo siguiente», dicen los visitantes. «Actualmente hay muchos hombres ricos y acomodados que, a pesar de sus riquezas, no poseen ni un palmo de tierra. Pues, se volvieron ricos por especulaciones afortunadas y viven ahora gracias a los intereses legales que estas les producen.

¿Cómo se puede clasificar a estos? Conforme el divino derecho original, ¿cumple su fortuna con la ley natural o no? Porque con todo su dinero no se meten en el terreno legal de nadie; pues, no quieren hacer adquisiciones grandes sino se limitan a prestar su dinero para buenas inversiones que les producen intereses legales. O también hacen otros negocios legales mediante los cuales aumentan su capital original, lo que les produce intereses de los cuales -medidos según el derecho de las necesidades naturales- no necesitan ni la centésima parte para su buen sustento.

Además, frecuentemente son justos e incluso caritativos. ¿Faltan estos también contra el noveno Mandamiento?».

6. «Da lo mismo si uno más allá de sus necesidades posee demasiadas tierras o demasiado dinero, por la razón que fuera», les responde el guía. «Porque si tengo tanto dinero que me permite comprar legalmente unas cuantas leguas cuadradas de tierras, esto resulta en lo mismo como si pagándolo ya me hubiera apropiado de semejante terreno. En realidad, esta versión es aún peor y más contraria al Orden divino porque, si uno poseyera tantas tierras, a miles de hombres les faltarían para que labrándolas pudieran sacar de ellas su sustento.

7. Consideremos a un hombre que, aunque no posea tierras, tiene tanto dinero que casi podría comprar un reino entero: A lo sumo podría administrarlo él solo o, tal vez, emplearía algunos ayudantes que -comparado con los ingresos de él- cobrarían un salario de miseria apenas suficiente para satisfacer con ello las necesidades de sus familias.

8. Ninguno de tales adinerados puede disculparse con la manera que logró semejante fortuna - si lo obtuvo por especulación, por haber jugado a la lotería o por haberle tocado una herencia. En todo caso ante Dios figura como un encubridor o un ladrón».

«¿Cómo eso?», preguntan los visitantes.

9. «¿Qué significa el enriquecerse por una especulación afortunada? Pues, significa hacerse con las ganancias legales de muchos otros, de manera usuraria, con lo que un hombre que se volvió rico por una especulación afortunada es un auténtico ladrón. Lo mismo se da en el caso de un premio en la lotería, porque la puesta de muchos le da beneficio.

En el caso de una herencia el hombre es un encubridor, porque se apropia de los bienes ilegales de sus antepasados que sólo podían acumularlos de las dos maneras antes mencionadas.


92. La avidez a la usura - lo más detestable ante el Señor

1. Alguien podría objetar: “Esta disposición suena extraña, porque ¿qué culpa tiene el heredero si de manera legal le tocó una herencia por parte de sus padres o de otros parientes ricos? En el caso de tal herencia, ¿acaso debiera aceptar sólo la parte que le corresponde según su derecho natural y todo lo demás regalarlo a quien fuera? ¿O debiera aceptar toda la herencia, sirviéndose solamente la parte que le corresponde según su derecho natural, y administrando toda la fortuna para el bien de holgazanes empobrecidos o cediéndola directamente a organizaciones benéficas o a sus directores?”.

2. Esta pregunta no vale más que ninguna. ¿Acaso la Ley divina y la ley mundana son lo mismo? ¿O la Sabiduría y el cuidado divinos y la política estatal mundana?

¿Qué, pues, dice el Señor? Dice: “¡Todo lo que ante el mundo es grande, para Dios es una contrariedad!”.

3. En el mundo, ¿acaso hay algo más grande que un poder estatal usurpado que, llevado por su perspicacia que consiste en la política y la diplomacia, en contra del Orden divino subyuga a los pueblos, aprovechándose de su capacidad de trabajo para su propio bienestar derrochador?

4. Ya es abominable si un hombre engaña a algunos hermanos de él, ¡pero cuanto más abominable tiene que resultar ante Dios, cuando hombres se coronan a la fuerza, para que así puedan engañar a pueblos enteros y aprovecharse de ellos!

5. Observado así, resulta más que evidente que la legislación de la mayoría de los estados que actualmente existen es totalmente opuesta a la divina. Si el Señor dice al joven rico: “Vende todos tus bienes y reparte el beneficio entre los pobres; pero tú, sígueme a Mí, y así te prepararás un gran tesoro en el Cielo”, ojalá que esta enunciación sea suficiente para demostrar al hombre terrenal rico cómo debiera disponer de sus riquezas si quiere ganarse el Reino de Dios.

Si no lo hace, entonces es culpa suya si le alcanza el mismo juicio que el Señor pronunció al joven entristecido: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”.

Dado que el Señor pronunció este juicio a un joven, se puede suponer que se haya tratado de una herencia».

6. «¿Por qué tenía que ser precisamente un joven rico», preguntan los visitantes, «y por qué no servía cualquier especulador de edad avanzada para que el Señor hubiera podido manifestar el eterno desagrado que le producen las riquezas mundanas?».

«La respuesta es obvia», les responde el guía. «Porque el joven aún no fue un administrador de riquezas arraigado; pues, se encontraba todavía en un estado en el que la juventud, en general, aún no sabe valorar las riquezas mundanas.

Por la misma razón pudo acercarse al Señor al menos durante un rato, y percibir de Él la información cómo debía disponer de sus riquezas. Sólo al enterarse de la Voluntad divina abandonó al Señor y volvió a sus riquezas.

7. De modo que este joven tenía el privilegio de acercarse al Señor, y eso precisamente porque aún no había madurado del todo. Los ricos especuladores y usureros arraigados de edad avanzada, sin embargo, se encuentran como camellos delante el ojo de la aguja por el cual tendrían que pasar antes de poder acercarse al Señor.

A estos ricos ni siquiera les está consentido el acercarse al Señor como lo podía joven. Para estos el Señor ya tiene otro ejemplo memorable preparado: él del derrochador rico... Y no hace falta que os diga más...

8. A cada uno de vosotros que tiene un mínimo de capacidad intelectual, le resultará fácil a reconocer que al Señor del Cielo y de todos los mundos ningún vicio le resulta tan abominable como él de la usura y de sus consecuencias. Ante ningún otro vicio de los seres humanos el Señor de la Vida y de la muerte muestra con tanta claridad las profundidades del infierno como ante éste.

9. Aunque se tratara de homicidio, de adulterio o de fornicación, nunca hubo nadie en el mundo al que el Señor por ello hubiera condenado al infierno. Pero dichoso vicio de usura siempre lo ha criticado y castigado, incluso ante el sacerdocio y todas las capas sociales.

10. Y los cambistas, vendedores de palomas y demás usureros del Templo, como castigo, tenían que experimentar una cuerda trenzada que el Señor agitó con su mano todopoderosa.

11. ¿Sabéis lo que esto significa? Este acontecimiento histórico quiere decir que el Señor del Cielo y de todos los mundos es un enemigo pronunciado de este vicio. En el caso de cualquier otro vicio su Amor divino predica la paciencia, la indulgencia y la compasión, ¡pero frente a la usura sólo habla su ira!

12. Pues, en este caso el Señor bloquea el acceso a Él mediante el ojo de la aguja y abre visiblemente el abismo del infierno, desenmascarando en él a aquel que verdaderamente está condenado... Y ante los fariseos despóticos y codiciosos manifiesta con toda claridad que fornicadores, adúlteros, ladrones y otros entrarán más fácilmente en el Reino de Dios que ellos.

13. De modo que finalmente Él mismo agarra el instrumento castigador y, sin perdón, expulsa a todos estos especuladores, calificándolos como asesinos del Reino divino, porque al Templo -que representa el Reino de Dios- le han convertido en un antro de asesinos.

14. Aún se podría citar muchos otros ejemplos que ponen en evidencia que el Señor es un enemigo pronunciado de este vicio, ¡pero vale ya!

Si a esta ocasión echamos aún un vistazo a nuestro noveno Mandamiento, en seguida veréis que el Señor en ninguna otra tendencia humana prohibida ha restringido incluso la avidez por ella como en el caso de la usura.

15. En todos los casos el Señor prohibe explícitamente la actividad, pero en el caso de la usura condena ya la misma avidez por ella, porque de ella surge un peligro para el espíritu que es tremendo; pues, aparta al espíritu de Dios y le desvía totalmente al infierno. Esto ya lo podéis apreciar observando que cualquier otro pecador después de su acción pecaminosa siente cierto arrepentimiento, mientras que el especulador rico da gritos de alegría y triunfa por una especulación afortunada.

16. Este es el auténtico triunfo del infierno, por lo que su príncipe procura sobre todo estimular en los hombres el amor a las riquezas mundanas; pues, sabe muy bien que animado por esta especie de amor, para el Señor le resultan lo más abominables, con lo que de ellos el Señor tiene la menor compasión.

Más no hace falta que os diga...

17. ¡Feliz aquel que toma estas palabras muy a pecho, porque son la eterna Verdad divina! Y podéis estar seguros de que no os he dicho ni una sola palabra en demasía... al contrario, aún habría mucho que añadir...

Sed conscientes de que el Señor en todos otros casos va a hacer todo lo posible antes de permitir que alguien pereciera; pero ante este vicio no hará sino mantener abierto el abismo del infierno, tal que Él lo demostró en el Evangelio.

Todo esto es seguro y verídico - con lo que ahora conocéis el verdadero sentido de este Mandamiento. Y repito: ¡Tomadlo bien a pecho!

Bueno, aquí ya está la décima sala, ¡entremos, pues!


93. Décima sala - décimo Mandamiento

1. Ya estamos en la décima sala en cuyo tablón está escrito en letra muy clara: “No desearás la mujer de tu prójimo”.

2. Consta que este Mandamiento aquí en puro Reino del espíritu -sobre todo en él de los niños- suena bastante extraño, porque estos niños aún no tienen ni la menor idea de qué representa una mujer dentro de un matrimonio. Además, sobre todo en el Reino de los niños, poco se contraen matrimonios.

Bajo este aspecto es evidente que este Mandamiento en el Reino de los espíritus no encuentra aplicación.

3. Alguien podría decir: “¿Por qué, entre los diez Mandamientos, el Señor no iba a dar uno que corresponde exclusivamente a las condiciones en la Tierra? Porque allí la unión matrimonial entre el hombre y la mujer es una antigua tradición basada en el Orden divino - una unión que sin Mandamiento alguno nunca se quedaría dentro del Orden de Dios.

De modo que se puede suponer que el Señor muy bien puede haber dado un solo Mandamiento para el mantenimiento del orden en una relación mundana, evitando así la alteración de un Orden espiritual de categoría más sublime”.

4. Bueno, si fuera así, entonces yo diría que este Mandamiento no sería sino una repetición completamente innecesaria del sexto Mandamiento, porque también en este ya está prohibido todo lo que tenga que ver con prostitución y adulterio, en el sentido corporal como también, sobre todo, en el espiritual.

5. Sopesando todo esto, deducimos de ello que el décimo Mandamiento está totalmente inepto para el Cielo; con lo que teniendo el sexto Mandamiento, el décimo sobra...

6. Pero seguro que alguien dirá: “Oye, amigo, ¡estás muy equivocado! Aunque este Mandamiento prohiba más o menos lo mismo que el sexto, no deja de ser más sublime y severo; porque es evidente que el sexto prohibe solamente la vil acción, mientras que el décimo prohibe incluso la ansia y la avidez, que son los móviles para toda acción.

En general los maridos jóvenes tienen mujeres jóvenes y guapas. Un marido cuya mujer no es tan guapa, fácilmente puede encapricharse de la mujer de su vecino, incubar el deseo cada vez más ardiente de entrar en relaciones sexuales con ella”.

7. Os digo que si uno observa este Mandamiento desde este punto de vista, ahí resultará una legión de absurdidades y estupideces que arrastrarán lo divino de este Mandamiento tan sublime por el fango del intelecto mundano.

Voy a daros algunos ejemplos de semejantes absurdidades para que cada uno se entere de lo vago y mundano que este Mandamiento fue interpretado durante ochocientos años, y cómo el pueblo fue obligado a su observación.

8. De modo que ningún hombre debe desear a la mujer de su prójimo... Ahí nos encontramos ante le cuestión: ¿A qué clase de deseos se refiere? Porque consta que existe una gran cantidad de deseos decentes que un vecino puede manifestar ante la mujer de su prójimo. Pero el Mandamiento dice claramente “no tener deseo”... Entonces sólo los vecinos pueden tener conversación, mientras que sus mujeres tienen que mirarse con desprecio mutuo - lo que resulta en una interpretación realmente turca de este Mandamiento mosaico...

9. Al tomar el asunto al pie de la letra y totalmente material, habrá que ser consecuente y tomarlo todo al pie de la letra, y no solamente algunas pocas palabras, dando a las demás un sentido espiritual.

Esto es como si alguien pretendiera que los árboles en un lado deberían crecer con corteza y en el otro lado sin ella. Aplicando semejante razonamiento al décimo Mandamiento, este prohibe solamente el deseo por la mujer del prójimo. Este, en el sentido literal, ¿quién pudiera ser? - ¡Nadie más que los vecinos o también consanguíneos más próximos!

De modo que en el sentido literal se trata únicamente de estas dos clases de prójimos de los que no se debería desear las mujeres, mientras que sí se podría desear las mujeres de los habitantes de otras regiones. Pues, incluso sin tener que ser versado en matemáticas, cada uno reconocerá que, comparado con un vecino, alguien que habita en una región lejana de ninguna manera puede ser considerado como “prójimo”. - Ya veis: también este es un razonamiento verdaderamente turco, porque los turcos aplican esta ley exclusivamente ante turcos, pues, ante naciones extranjeras no tienen leyes.

10. Pero continuemos...

Pregunto: ¿Acaso la mujer de mi prójimo está exenta de cumplir con esta ley divina? Porque la ley se limita a que sólo un hombre no debe desear a la mujer de su prójimo; pues, no dice ni una sola palabra acerca de que una mujer lasciva no debiera desear a su vecino más prójimo. Con lo que las mujeres evidentemente tienen el privilegio de poder seducir, sin vacilar, a todos los hombres que estén a su alcance.

¿Quién se lo prohibiría si no hubiera un Mandamiento dado del Señor? ¡Con que otra de esas filosofías turcas!, pues, tras el sentido literal consideran a las mujeres exentas de tal ley. Por eso las enjaulan para que no puedan salir al aire libre y seducir a otros hombres. Y si un turco alguna vez permite a su mujer que salga, tiene que encapuchar sus atractivos de una manera tan desfavorable que asustaría incluso a un oso que la viera. Pues, sólo debe descubrir sus encantos ante su marido.

¿Quién, entonces, podría negar que todo esto se manifiesta tras el sentido literal del Mandamiento? ¿Y si estas absurdidades originasen en el mismo Mandamiento...?

11. Pero continuemos...

¿Qué, si los vecinos tuvieran hijas maduras o criadas guapas? Según el décimo Mandamiento, ¿está prohibido o no el deseo por las hijas o criadas del prójimo, incluso para el marido? - Evidentemente está permitido, porque el sexto Mandamiento sólo habla de los hechos consumados, pero no de las ansias por ellos. El décimo Mandamiento, sin embargo, prohibe solamente el deseo por la mujer, pero ni mucho menos él por las hijas o las criadas del prójimo tal vez guapas... He aquí otra interpretación turca de la ley...

Y para ilustrarlo aún más plásticamente, aún os vamos presentar algunos más de semejantes disparates.


94. ¿Quién es el “tú” al que se dirige el décimo Mandamiento?

1. Si la ley dice: “(Tú) no desearás la mujer de tu prójimo”, se puede preguntar ¿quién es el “tú” al que se dirige? ¿Es un hombre casado o soltero, un viudo o un joven? También podría ser una mujer a la que se pudiera decir: “¡(Tú) no harás eso ni aquello!”.

Alguien podría decir que el término “tú” se refiere preferentemente al sexo masculino, sin distinción entre casados o solteros, donde se sobreentiende que tampoco las mujeres deben tener el derecho de desear y seducir a otros hombres.

2. A eso tengo que contestar: Si los hombres en la elaboración de sus leyes ya son tan hábiles que prevén toda clase de excepciones astutas, menos aún se podrá inculpar al Señor que por ignorancia hubiera dado leyes imprecisas con las que los hombres de una u otra forma de todos modos tienen que pecar contra ellas.

3. Me parece que sería el colmo de la frescura si tras el análisis de esta ley se sacara semejante conclusión, aunque la misma ley parezca ser imprecisa.

Todo esto hace suponer que esta ley, como todas las demás, está perfectamente definida; sólo que con el tiempo fue adulterada y tan mal interpretada -sobre todo en la época en la que se introdujeron las jerarquías- que hoy en día nadie ya conoce su verdadero sentido.

Todo esto sucedió por mero egoísmo, porque aplicando esta ley en su sentido original, nunca habría aportado al sacerdocio ni un solo céntimo. Pero con su sentido adulterado y encubierto facilitó intervenciones pagadas como dispensas y divorcios, y eso antiguamente mucho más que hoy en día; porque entonces todo fue combinado de una manera que dos o varios vecinos de ninguna manera podían evitar de pecar de una u otra forma contra esta ley alterada».

«¿Cómo eso?», preguntan los visitantes.

4. «Por su gran miedo al infierno los fieles tenían que confesarse varias veces al año. A estas ocasiones se los examinaba exhaustivamente y, en el caso de que uno de los vecinos tenía una mujer joven y guapa, tan sólo un pensamiento, una mirada o incluso un comentario entre los demás vecinos ya fue declarado como pecado adúltero contra este mandamiento, lo que en general fue sancionado con una multa sensible.

En casos en que hubo la menor intimidad, la perdición estaba ya total, y una vez que en el platillo de la balanza de san Miguel uno había bajado al infierno, tenía que colmar el otro platillo con sacrificios tan importantes que este, por su sobrecarga, volviera a subirle felizmente del infierno.

Los sacerdotes “poseedores del Poder divino” no se conformaban con mucho, porque querían más bien todo.

5. En aquellos tiempos hubo muchos caballeros y condes ricos que fueron sacrificados y, para que fueran redimidos del infierno, por colmo aun tuvieron que legar sus bienes a la Iglesia. Para expiar el castigo de sus maridos infieles, a las viudas las metieron en un convento, y a sus hijos los metieron en claustros en que estaba prohibido tener bienes mundanos.

6. Me parece que las consecuencias vergonzosas que se produjeron a causa de estas adulteraciones son evidentes. Pues, el “tú” indeterminado de la ley fue la fuente principal para las despensas que les aportaban muchos bienes. Y una vez que alguien hubo aportado un gran sacrificio, podían dar al “tú” un giro con el que el pecador por lo menos ya no constaba como víctima del infierno. Al otro lado -gracias a su poder de atar y desatar arrogado- a este “tú” también le podían dar tal giro que sólo tras sacrificios considerables podían ayudar al pecador el soltarse del infierno inminente.

7. Ahora os quedará claro a qué extravíos el “tú” indeterminado ha llevado. Pero aún no nos vamos a conformar con ello, porque voy a presentaros aún algunas más de esas interpretaciones ridículas, para que tanto más os quede claro lo importante que es el conocimiento del verdadero sentido de la ley; pues, de lo contrario uno nunca llegaría a ser verdaderamente libre, sino que tendría que continuar como esclavo debajo la maldición de la ley...

¡De modo que continuemos!


95. Ejemplos de la interpretación errónea del décimo Mandamiento

1. Ya sabemos el que dice la ley; pues, prohibe desear o anhelar algo. Pero ahora es la pregunta:

Suponemos que un hombre es empobrecido, mientras que su vecino es rico. El pobre sabe que la mujer del vecino rico -que es su prójimo- tiene un corazón compasivo y caritativo, y desea que ella le calme el hambre.

Ahí nos encontramos ante la cuestión de si el pobre comete un pecado o no, porque es evidente que quiere que la mujer del prójimo le satisfaga un gran deseo. Como la ley no especifica excepciones, hay que admitir que sanciona toda clase de deseos. De modo que este deseo, tan justificado que fuera, no deja de ser un pecado...

2. Mirándolo así, ¿no se podría tener la impresión como si el Señor hubiera querido apartar el sexo femenino de toda clase de caridad, con lo que cada favor que una ama de casa hiciera a un pobre habría que considerarlo como un pecado contra el Mandamiento divino?

3. ¿Acaso es imaginable que el sumo Amor del Señor hubiera podido discurrir una ley tan absurda? Pero alguien dirá: “Este Mandamiento se limita a las apetencias carnales”.

Bueno, de momento dejémoslo así, pero se me tendrá que permitir algunas más observaciones. Y después ya veremos...

4. ¿Conque el Mandamiento sólo prohibe los deseos carnales? Ahí tengo que preguntar si el Mandamiento se refiere a ciertas mujeres, o a todas con ciertas excepciones...

5. Suponemos que hay unos vecinos cuyas mujeres ya no son atractivas, con lo que se puede deducir fácilmente que ya no habrá deseos carnales entre ellos. Entonces la ley debe de referirse únicamente a las mujeres jóvenes, y eso cuando son guapas y atractivas. Pero además, incluso los hombres ancianos apenas ya sufren del instinto carnal ante el sexo femenino de los vecinos.

6. De ello resulta que esta ley sólo es vigente bajo ciertas condiciones, con lo que presenta lagunas y no tiene vigencia general. Porque donde la misma naturaleza hace excepciones y se ríe de las leyes, ¿cómo van estas a tener vigencia para el ámbito espiritual? Quien no lo cree, ¡que corte un árbol y fíjese si este todavía va a crecer y traer fruto!

7. Se supone que una ley divina tiene que ser concebida de tal manera que su vigencia beatificante tenga validez eterna.

Pero si la ley durante el curso corto de la existencia del hombre terrenal en función de las circunstancias ya está empujada fuera de sus límites vigentes -con lo que deja de tener vigencia en el ámbito natural-, ¿qué valor todavía le puede quedar para la existencia eterna?

Cada ley divina, ¿acaso no es fundada en el infinito Amor de Dios? Entonces, ¿qué pasa cuando tal ley deja de tener vigencia? ¿No significaría esto lo mismo como si se afirmara que, en ciertas circunstancias, el Amor divino dejaría de tener vigencia para el hombre?

8. En esto se basa vuestra lamentable creencia pagano-cristiana, conforme a la cual el Amor de Dios sólo es aplicable mientras el hombre viva en la Tierra; pero una vez que el hombre mortal se haya desprendido de su cuerpo físico y se queda en un estado psíquico-espiritual, ya le está esperando la ira justa de Dios - ira que es castigadora, inmutable y horrible, y no queda ni rastro del Amor y de la Misericordia divinos...

9. De modo que si el hombre tras su conducta se ha merecido el Cielo, no es por Amor divino que entra en él sino únicamente por la Justicia divina; pero si su conducta no fue como debida, la eterna perdición ya es hecho consumado, y eso sin la menor esperanza de redención.

Ahí pasa lo mismo como en el caso de un padre insensato que en su hogar introduce una ley referente a sus hijos con los siguientes términos:

10. “A todos mis hijos, desde su nacimiento hasta que tengan siete años, les consiento una libertad incondicional, y durante este período podrán disfrutar plenamente de mi amor, sin distinción. Pero a partir del sétimo año a todos les retiraré mi amor y, o los juzgaré o los haré bienaventurados. Los que durante su inmadurez han cumplido con mis leyes severos gozarán de mi suma complacencia. Pero los que durante estos siete años no se hayan mejorado minuciosamente conforme a mis leyes, en adelante serán maldecidos y echados fuera de mi casa paternal”.

A ver, ¿qué diríais vosotros sobre un padre tan brutal? ¿No sería esto más vergonzoso que la tiranía más infame?

11. Pero si esto ya os parece vergonzoso, tratándose de un hombre mortal, ¡que increíblemente insensatos deben ser los hombres que son capaces de atribuir algo aún increíblemente peor a Dios que es el sumo Amor y la suma Sabiduría!

12. ¿Qué hizo el Señor en la cruz, Él, la pura Sabiduría divina que aparentemente estaba separada del eterno Amor? Él se dirigió al Padre, es decir, al eterno Amor, y eso ni mucho menos para exigir venganza, sino para rogarle que a todos esos sumos sacerdotes y fariseos malvados les perdonase sus fechorías, porque no sabían qué estaban haciendo...

13. Si la Justicia divina ya procede así, entonces, ¿cómo iba el infinito Amor de Dios empezar a condenar allí donde la Justicia divina le suplicó el tener compasión?

14. Si alguien dijera que esta súplica del Señor no estaba hecha en serio... si dijera que el Señor sólo lo ha dicho para dar una buena impresión, ¿acaso no le tildaría un hipócrita que, en secreto, hace tiempo a todos esos malhechores ya los habrá condenado al fuego del infierno más profundo?

15. ¡Oh mundo, oh hombres!, ¡qué disparates más absurdos e inimaginables en toda la infinitud y eternidad! ¿Acaso se podría imaginarse algo más vil que tildar al Señor en la cruz un mentiroso, hipócrita y estafador?

16. Yo diría que también en este caso ya os habrá quedado claro qué atrocidades pueden surgir de una tergiversación y interpretación errónea de una ley divina. Que con vosotros en el mundo las cosas son así, esto es más que evidente. Pero lo que no sabíais es el porqué de todo ello, porque el nudo gordiano de esta ley era demasiado enmarañado para que alguien hubiera podido aportar una solución completa y válida.

17. Por esta razón el Señor tiene compasión de vosotros, y permite que aquí -en el Sol espiritual donde hay Luz más que suficiente- os sea comunicada la verdadera solución de este enmarañado, para que podáis ver la causa de toda maldad y oscuridad, y de todo ofuscamiento».

18. A esta altura los visitantes preguntan a su guía: «¿Pero cómo es posible que de la mala interpretación de los diez Mandamientos de Moisés pueda resultar tanto mal?».

19. «Os lo digo: Porque estos diez Mandamientos están dadas de Dios y abarcan todo el infinito Orden de Él.

20. Todo aquel que de una manera u otra se aparta del Orden divino ya está totalmente fuera de él. Pues, el Orden divino es como un camino recto; y en el lugar en que un caminante se apartó ligeramente del camino, ya ha dejado el camino recto detrás.

21. Lo mismo pasa con cada punto de le ley divina. Aunque resulte prácticamente imposible que alguien pecara profundamente contra toda la ley, basta ya si peca obstinadamente contra un sólo punto de ella, porque de esta manera se aparta de toda la ley. Y si el mismo no quiere o el Señor no le tiende la mano, entonces nunca ya volverá al camino de la ley o del Orden divino.

Por eso podéis estar seguros de que la mayoría de las desgracias en el mundo origina inicialmente en la insensatez terca o malintencionada, y más aún en la tergiversación malintencionada del sentido de estos dos últimos Mandamientos divinos.

22. Pero basta ya de ejemplos de interpretaciones insensatas y ridículas de este Mandamiento. Por eso vamos a proceder a su verdadero significado».


96. La razón del encubrimiento del verdadero sentido del décimo Mandamiento

1. Muchos de los que han leído lo susodicho dirán: «Estamos realmente curiosos de conocer el sentido verdadero y eterno de este Mandamiento, dado que todas las interpretaciones presentadas lo ridiculizaron. Por eso preguntamos: ¿Quienes, pues, son el “tú”, “su prójimo” y “su mujer”? Porque a partir del Mandamiento mismo no se puede definirlo con certitud.

Porque el “tú” puede ser cualquiera... El “prójimo” tal vez se deja definir más claramente, sobre todo si se da a este término un sentido global, con lo que cualquiera que precisa de nuestra ayuda puede ser nuestro “prójimo”... Lo de la “mujer” ya es más difícil a definir, porque no se sabe si se trata de una sola mujer casada o del sexo femenino no casado, en general. Nosotros tenemos la tendencia de suponer que aquí se trata de una sola mujer, es decir, aplicamos a esta expresión el singular. Pero con esto no adelantamos nada, porque donde en alguna parte del mundo reinara la poligamia, allí se tendría la tendencia de aplicar a la expresión “la mujer del prójimo” el plural, es decir, se interpretaría esta expresión más bien en el sentido de “las mujeres del prójimo”, con lo que a estos polígamos la misma expresión en singular “la mujer” los pondría en un compromiso.

¡Ante todas estas suposiciones estamos realmente curiosos de saber el verdadero sentido de este Mandamiento!».

2. A esto el guía comenta: «Se ve que tomándolo todo al pie de la letra, sólo salen absurdidades, pero nunca una Verdad fundada.

3. Es fácil que alguien pregunte: “Pero ¿cómo es posible que el Señor haya dado la ley de una manera encubierta en vez de darla comprensible, para que cada uno pueda entender su verdadero sentido y sepa, cómo hay que cumplir con ella?”.

4. Según su sentido literal este reparo suena aceptable, pero observado en alguna Luz es estúpido como no puede ser más. Y para demostrároslo, os voy a dar otro ejemplo.

5. Nos imaginamos a un naturalista y botánico que, por la comodidad de sus investigaciones, hace la pregunta: “¿Por qué la Fuerza creadora del supremo Ser no ha creado los árboles de manera que el corazón se encuentre en el exterior y la corteza en el interior, porque entonces, con el microscopio, se podría observar fácilmente cómo los jugos suben las ramas hasta a las hojas, y se podría ver las reacciones que allí producen? Pues, ¡no puede haber sido su intención de colocar al hombre racional en la Tierra en condiciones en que nunca podría adentrarse en los secretos milagrosos de la naturaleza!”.

Ahora, ¿cómo os parece ese reparo?

6. Pero ahora imaginémonos que el Señor hiciera caso a tal insinuación e invirtiera los árboles, seguro que se presentarían otros naturalistas que dirían: “¿Para qué nos sirve la observación del corazón al exterior si no podemos descubrir la milagrosa formación de la corteza interior?”.

En consecuencia el Señor debería también consentir en este reparo y fijar la corteza y el corazón al exterior del árbol. Y supongamos que el Señor realmente hubiera conseguido realizar un árbol en cuyo interior no hubiera sino mera madera, entonces fácilmente se presentaría otro naturalista que reclamaría otra conveniencia, diciendo: “En el un lado del Árbol la corteza está tapando la maravillosa formación de la madera en y en el otro lado el corazón la tapa. ¿No pudiera un árbol ser concebido de tal manera que corazón, madera y corteza se encontrarían al exterior, o que el árbol por lo menos sería transparente como el aire?

7. Si a pesar de los incontables componentes de los que un árbol está compuesto realmente es posible o no el concebir uno que es transparente como la luz o por lo menos como el agua, ¡que esto decidan los ópticos y los matemáticos! Pero habrá que preguntarse qué clase de frutos podrían crecer en semejantes árboles transparentes.

8. Al otro lado podéis estar seguros de que árboles cuyo corazón, corteza y madera se encuentran al exterior, no resultarán más fácil a concebir que una bola cuadrangular... Con lo que la insensatez del reparo hecho ya es más que evidente. Aun así, aunque ya os haya dado ejemplos de sobra, vamos a hacer aún algunas más reflexiones sobre este tema.

9. Supongamos que un médico que ha acumulado un gran saber está llamado para que visite a un paciente que tiene una enfermedad muy grave. Frecuentemente tal médico queda indeciso delante la cama del enfermo, pero los presentes ya le preguntan: “¿Cómo le encuentra y qué es lo que le pasa? ¿Habrá manera de curarle?”.

10. Ante todas estas preguntas el médico pone una cara de erudito pero a la vez preocupada y responde: “Mis queridos, de momento aún no lo puedo precisar, porque antes tengo que determinar la enfermedad mediante algunos medicamentos; y según sus reacciones ya podré hacerme una idea a qué atenerme. Si no presenta reacciones, entonces vosotros mismos tendréis que comprender que uno no puede mirar el interior del cuerpo para averiguar el lugar de la enfermedad y analizar su naturaleza”.

11. Y ya hay alguien que observa lacónicamente: “Pues sí, señor médico, es evidente que habría sido mejor si Dios el Señor hubiera creado al hombre como un carpintero que al armario da puertas para poderlo abrir y ver lo que hay en su interior. O, por lo menos, el Creador habría debido colocar los órganos más delicados al exterior del cuerpo, como los dedos, las orejas, los ojos y la nariz, de modo que el médico habría podido tratarlos directamente con ungüentos o compresas.

Aun así, evidentemente habría sido mejor si hubiera creado al hombre transparente como el agua, o si por lo menos no le hubiera compuesto de componentes tan achacosos sino más bien robustos como la piedra”.

12. Aunque el médico mire con algo de desprecio, responde: “Pues sí, mi querido amigo, esto habría tenido sus ventajas; pero ¡qué se le va a hacer! De modo que tendremos que conformarnos si tan sólo por medio de experiencias somos capaces de deducir el estado de salud de un hombre.

Además, si fuera posible abrir al hombre como un cajón, habría un peligro de muerte mucho más inminente que en su estado habitual, porque nada más tocar un intestino algo imprudentemente, esto ya le puede costar la vida... Aun así lo de abrir el cuerpo y poder mirar los intestinos, esto serviría para poco; pues, todos esos órganos delicados deben quedar cerrados, porque al abrirlos enseguida perderían sus jugos y su función vital.

Y en lo que se refiere a colocar todos los intestinos en el exterior, de veras te digo que esto daría al hombre un aspecto poco estético. Y más aún si el hombre fuera transparente, cada uno se asustaría del otro, porque vería a la vez el sistema epidérmico, el muscular, él de los vasos sanguíneos, del plexo nervioso y su esqueleto - un aspecto poco gracioso”.

13. De modo que con estas observaciones la insensatez de los reparos susodichos es más que evidente.

14. Aún hay otro que dice: “Consta que tratándose de cosas naturales materiales sería absurdo el proponer que lo interior debiera a la vez constituir lo exterior.

Pero la palabra no es como un árbol, un animal o un hombre sino es meramente espiritual, dado que no arrastra nada de material. Entonces, ¿por qué aún iba a tener algo interior incomprensible como el árbol o el hombre? Tan evidente que es, ¿cómo podría la palabra aún tener un sentido interior?”.

15. Bueno, a eso digo que vamos a servirnos de la palabra “padre”. ¿Qué significa? ¿Acaso la misma palabra ya es el padre?, ¿o es que la palabra hace mención de un verdadero padre sustancial, del cual ella es sólo es un perfil exterior?

Habrá quien dice: “En este caso es evidentemente que la palabra no es el padre mismo sino que es sólo denominación exterior de él”.

Pues bien, digo yo. Pero ahí habría que saber qué habría que entender por esta palabra para que se la reconociera como auténtico perfil exterior...

La respuesta es: La palabra debe representar a un hombre de cierta edad, que es casado y que con su mujer ha engendrado hijos vivos, de los que cuida de manera física y espiritual.

16. ¿Quién podría desmentir que la simple palabra “padre” tiene que presentar todo este significado tan extenso, sin lo cual la palabra sería ilusoria?

17. Si en relaciones exteriores cada simple palabra ya tiene que permitir un desglose y una explicación, cuánto más cualquier palabra exterior tiene que tener un sentido espiritual interior, dado que todo lo que está descrito por palabras exteriores tiene que tener algo de espiritual intrínseco - algo de vigoroso que surte efecto.

Seguro que un padre posee alma y espíritu. Pero si la palabra excluye lo psíquico y espiritual del concepto de “padre”, ¿acaso puede describirlo correctamente? Seguro que no, porque el padre sustancial consiste en cuerpo, alma u espíritu, de modo que en algo exterior, algo interior y algo muy íntimo. Siendo el padre sustancial vivo concebido así, ¿no se debe reflejar esto perfectamente en la palabra “padre” como en un espejo?

18. Yo diría que no se puede describir el sentido intrínseco de una palabra aún más claramente. De ello se puede deducir que si el Señor en el mundo manifiesta su Voluntad, conforme a su Orden divino no puede transmitirla a los hombres exteriores sino mediante ilustraciones exteriores que evidentemente basan en un sentido intrínseco. De esta manera todo el hombre está atendido por el Amor divino, desde su más íntimo hasta su más exterior.

19. Tras haber demostrado la necesidad y la certitud de tal arreglo más que palpablemente, ahora ya no os resultará difícil el encontrar vosotros mismos el verdadero sentido intrínseco de nuestra ley... al menos cuando yo os lo expongo vais a reconocerlo como único irrefutable y universal...

¡Procedamos pues a demostrároslo!


97. El sentido intrínseco verdadero del décimo Mandamiento

1. Como ya sabemos de memoria, el texto del décimo Mandamiento dice: “No desearás la mujer de tu prójimo”. Pero, ¿quién pues es “la mujer” y quién es “el prójimo”?

2. La mujer es el amor de cada ser humano, y el prójimo es cada ser humano con el que yo tenga la menor relación o el que, donde fuera, pueda precisar mi ayuda. Sabiendo esto, en el fondo ya sabemos todo.

3. ¿Qué, entonces, dice el Mandamiento? Simplemente que nadie debe requerir el amor de otro para fines egoístas... porque el egoísmo quiere aprovechar del amor del otro sin corresponderle con la menor chispa de amor por su parte...

4. Esto es lo que la ley dice en su sentido espiritual original.

5. Pero se dice: “Es evidente que aquí en el la ley sólo está presentado el sentido literal; y si se hubiera hecho esto desde el principio, se habría podido evitar muchos disparates”.

Yo digo: Por supuesto, esto es cierto. Cuando se corta un árbol a lo largo, su corazón llega al exterior, con lo que se lo puede mirar tan fácilmente como antes la corteza.

6. Pero el Señor tenía sus motivos sabios para ocultar el sentido intrínseco detrás de una externa imagen natural, para que este sagrado sentido vivo más íntimo no pudiera ser atacado y destruido por un hombre malvado, lo que acarrearía un gran daño para los cielos y mundos. Por esta misma razón el Señor dijo: “Ante los grandes sabios del mundo estas cosas serán ocultas, pero a los pequeños, débiles y menores serán manifestadas”.

7. ¡Lo mismo sucede ya con las cosas de la naturaleza! Supongamos que el Señor hubiera creado los árboles de manera que su corazón y sus órganos principales se encontraran al exterior del tronco... ¡Vosotros mismos vais a reconocer que en cada momento estarían expuestos a una multitud de peligros!

8. Sabéis que cuando se perfora el corazón de un árbol este va a morir. Y cuando un gusano dañino roe la raíz principal del árbol que está en íntima relación con el tronco, el árbol morirá. ¿Quién no conoce al bostrico, cucaracha dañina? Pues, primero perfora la corteza del árbol y luego, poco a poco, roe el interior, con lo que el árbol va a morir.

Si el interior de árbol de por sí ya está bien protegido contra muchos peligros, ¡a cuantos peligros estaría expuesto si sus principales órganos interiores estuvieran situados en el exterior del tronco!

9. Ved, ¡tanto más conflictivo se vuelve el asunto cuando se trata de la Palabra del Señor! Si su sentido intrínseco desde el principio hubiera sido manifestado en el exterior, ¡entonces hace tiempos que entre los hombres ya no habría religión alguna! Porque ellos habrían roído y rascado la parte vital de este sagrado sentido interior como lo hicieron con la corteza exterior del árbol de la vida.

Hace mucho tiempo que la sagrada Ciudad interior de Dios ya habría estado destruida de manera que ni una sola piedra habría quedado sobre otra, tal como lo habían hecho con la antigua Jerusalén y como lo han hecho con el sentido literal de la palabra exterior.

10. Porque la Palabra de Dios en el sentido literal -como la tenéis en la Biblia- es tan diferente del texto original como la miserable ciudad de Jerusalén de hoy día es diferente de la gran metrópoli de entonces.

11. Aun así todo el troceado y toda reducción del mero sentido literal exterior no perjudica al sentido interior porque el Señor, por su Providencia divina, ya desde el principio ha dispuesto que la misma Verdad espiritual puede ser mantenida y presentada bajo los más diversos cuadros, sin perjuicio alguno.

12. Pongamos por caso que el Señor desde el principio hubiera presentado la Verdad espiritual intrínseca de manera desnuda sin envoltura exterior protectora: los hombres, a su albedrío, habrían mutilado y destruido esta sagrada Verdad viva, lo que habría acabado con toda Vida interior.

13. Pero como el sentido interior está encubierto de manera que el mundo nunca lo podrá descubrir, la Vida continuará protegida, aunque los hombres desgarrasen su vestimenta exterior en mil pedazos. Al revelar el sentido intrínseco de la Palabra de esta manera, este tiene que sonar como si fuera idéntico con el sentido exterior, de modo que también puede ser expresado por palabras articuladas.

Esto no acarrea compromisos, porque el sentido intrínseco sigue siendo espiritual, interior y vivo, reconocible como tal porque abarca todo el Orden divino, mientras que la imagen que le contiene sólo expresa cierta relación específica, la cual, como ya hemos visto, nunca puede tener validez global...

Info

Extracto de la obra «El Sol Espiritual» (sole2.073-097)

recibido por Jakob Lorber

Traducción del original alemán: Meinhard Fussel

Blog: jakoblorberperu.blogspot.com

Web: jakoblorber.webcindario.com